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Héctor Ayuso (Valencia, España, 1972). Imagen tomada de hectorayuso.me

Entrevista: Héctor Ayuso, una conversación sobre la creatividad

05.04.2017

Vincenzo Angileri

Tan inspirador como enigmático, OFFF es un festival de creatividad que involucra a más de 20.000 personas en todo el mundo. A lo largo de 17 ediciones, se ha convertido en una referencia global de la cultura post-digital. En nuestra conversación con su fundador, Héctor Ayuso (Valencia, España, 1972) —una figura renacentista de la era digital—, decidimos no hacerle ni una sola pregunta estrictamente sobre el festival. Al contrario, hemos explorado una mente brillante, su belleza y sus fantasmas, sus ideas y sueños, y todo lo que hay en medio: creatividad.

 

— ¿De dónde viene el director de OFFF?

Vengo de un pueblecito de 3000 habitantes, en Valencia. Crecí en una familia muy complicada, porque mi padre era alcohólico y sufrimos todos muchos abusos: mis hermanas, mi madre y yo. Y eso, obviamente, trajo distintas consecuencias para cada uno. En mi caso, terminó con mi marcha del pueblo, cuando tenía 17 años. Crecí siempre pegado a mi hermano mayor, que me saca 5 años, con lo cual absorbía toda la música que él escuchaba, veía todas las películas que él veía, aunque yo aún no tenía la edad para acceder a ese tipo de cosas. Hizo que terminara convirtiéndome en quien soy.  En aquella época ya estaba muy obsesionado con el cine y, cuando supe que había una escuela de cine en Barcelona, decidí irme. Aunque obviamente nadie me apoyó en un principio, al final conseguí los medios para ir. Y en Barcelona empezó todo.

 

— Ideaste y creaste OFFF en un mismo día; no quieres saber nada de los conferenciantes ni los invitados antes del estreno oficial; le pides a los artistas que no te cuenten qué van a hacer. Dejar espacio a lo desconocido parece una constante en lo que haces. ¿Cómo actúa este componente en tu manera de hacer y de crear proyectos? ¿Por qué lo haces?

Lo hago por una razón muy sencilla. Hay una frase que llevo ya muchos años usando, desde el primer año del festival: “everything you have is what you give away”.  He tratado de hacer el festival al que a mí me gustaría ir como público. Dejo libertad absoluta a los artistas para hacer lo que quieran. Realmente no quiero saber absolutamente nada. Quiero estar en la misma posición que el público. No quiero ver nada hasta que llegue el día de la presentación en el festival, ni siquiera quiero saber de qué va, porque quiero formar parte de la experiencia, de la expectativa, de la espera, de la emotion.

Al final es lo que me alimenta a mí también. Me permite seguir haciendo las cosas que hago. Nunca me ha gustado formar parte de los procesos; me gusta descubrir las cosas, verlas cuando están terminadas. Me gusta confiar en la gente. Durante todos estos años, la gente con quien he trabajado me ha dado todo lo que yo esperaba.  Obviamente, te pegas tropezones tremendos siempre. Pero aprendes de los tropezones; si no, sería imposible. Tengo que dar mis batacazos; de otra forma, no tendría emoción.

 

— Has trabajado en la industria creativa durante más de 20 años. Artista, filmmaker, director creativo, storyteller, curador. ¿Por qué poner etiquetas? ¿Crees que vamos hacia una nueva época, en que esa necesidad estará cada vez menos presente?

La necesidad de etiquetar las cosas viene tanto de la propia inseguridad como de la forma en que está planteado el mercado en general.Yo no quiero encasillarme en absolutamente nada y siempre estaré abierto a cualquier cosa. Aprender, y no tener miedo a nada.

Hay muchas personas que se mueven a través de diferentes disciplinas; tienen una base importante en unas y esa base pueden aplicarla en otras. Creo que es muy positivo. Es pura lógica: cuanto más leas, mejor escribirás; cuanto más conozcas sobre imagen y comunicación, mejor vas a comunicar, independientemente de la disciplina a la que termines dedicándote.

 

— Cíclicamente, en la historia del arte se alternan fases en que el ideal de hombre multidisciplinar viene exaltado. ¿Crees que el entorno digital está contribuyendo a eliminar esta división entre las artes y las disciplinas?

Sí, en la era digital todos tenemos acceso a lo que hace no tantos años era casi inaccesible —sea software o hardware. Somos capaces de cualquier cosa, tenemos todas las herramientas. Si no eres capaz de comunicarte, es simplemente porque no quires.

 

— ¿Podrá este modelo pasar del micro al macro; o sea, que el modelo de hombre versátil se convierta en un modelo de estudio versátil, donde las competencias sean más de pensamiento y puedan cubrir más ámbitos y momentos del proceso creativo?

Creo que, en los estudios, cada vez se tiende más a buscar ese tipo de perfil, a no buscar una persona que se dedique exclusivamente a una cosa, sino que pueda aportar varias. Luego, una vez formado tu equipo de trabajo, no lo tengas encasillado.

Siempre digo que las mejores ideas, y las cosas que realmente han cambiado mi carrera, han llegado en momentos en los que no estate trabajando  o sentado delante del ordenador, mareando. Las ideas no me han venido buscando.

 

— Antes de nuestra época contemporánea, el mundo de la educación era responsable de la curaduría del material para los estudiantes. Todo venía de la misma fuente, ordenado y establecido. Ahora que tenemos acceso a una infinita cantidad de información más allá de los libros, ¿cuál crees que debería ser el rol de la educación, visto que ya no tiene sentido proporcionar contenidos que están disponibles en todas partes?

La labor es fundamentalmente educar. Enseñar a discriminar, asimilar, poner orden y encontrar tu camino. Y, sobre todo, motivar. Si no eres capaz de motivar a alguien, casi no tienes derecho a educate.  Muchos alumnos estan despistados, no saben qué hacer. Tienen muchas cosas en la cabeza, pero no saben para dónde tirar. Tienes que ser capaz de conducir a una persona hacia el lugar al que corresponde, o al que quiere llegar. La clave está en cambiar esas cosas.

 

— Si tuvieras la posibilidad de cambiar, revolucionar el mundo de la educación —no solo con respeto al mundo creativo—, ¿qué cambiarías?

Se sigue enseñando de la misma manera desde hace años, hay una incapacidad para romper ciertos esquemas. Está todo muy estructurado y formulado.No se enseña, simplemente se dan discursos sobre lo que se cree que debe aprenderse, y cómo.  Se adoctrina a la gente, en vez de abrirle caminos para que aprenda. Y lo peor es que se está haciendo con un discurso viejo, el mismo desde hace años.

Fui invitado a impartir una clase semanal en un Master. Para los alumnos fue un shock. La gran mayoría protestó a la escuela; quería el dinero de vuelta.  Solo fui a la escuela con la intención de desbloquear a la gente y hacerles aprender algo.

 

— Eres curador. ¿Qué significa ‘curar’ para ti? ¿En qué tipo de proyectos trabajas?

No es muy diferente a como trabajo en mis propios proyectos. Colaboro mucho con gente muy cercana. Estoy muy orgulloso de que prácticamente todos los que han venido al OFFF sean hoy amigos.  Tengo la suerte de haber construido una relación que va más allá de organizador e invitado. Facilita mucho las cosas.

Hay un proyecto al que le tengo mucho cariño, y que define bien mi trabajo como curador. Hemos hecho el OFFF en Cincinnati durante 5 años, asociados con el Museo de Arte Contemporáneo de Cincinnati. Pues bien, seis meses antes de la tercera edición, me llamó la directora del Museo diciéndome que se había caído la exposición que tenían programada durante el festival. Me preguntó si se me ocurría algo que hacer con esa cantidad de dinero y esos metros cuadrados. Y, al final, aquella fue la primera gran exposición curada por mí. Define muy bien mi trabajo como curador, porque justamente me permitió hacer lo que a mí realmente me gusta: tienes un dinero, tienes un espacio, haz lo que te dé la nana.

 

— El rol del curador es ahora mucho más importante que nunca, porque tiene que crear experiencias, no solo enseñar y recopilar obras.

Debe generar una experiencia nueva cada vez, ver propuestas arriesgadas, que sorprendan. El riesgo debe venir tanto del curador como del responsable del museo o galería. Sin embargo, todavía hay ciertos temores y prejuicios con respecto a determinados riesgos.

 

— Contar historias es uno de los comportamientos humanos más antiguos. ¿Cómo crees que las tecnologías de hoy modifican la manera de crear y comprender esas historias?

Creo que no deberían ser las tecnologías las que definen cómo contamos historias, ni cómo las entendemos.  Es justamente el alejarse de cualquier elemento externo lo que debe definir la manera de contar historias. Creo que la clave está en ser capaz de alimentar tu imaginario lo más posible y saber canalizar, procesar y encontrar tu propia manera de contar las historias. Como tú dices, si algo tenemos en común todos los humanos, es la capacidad de contar historias. De lo que no somos capaces es de hacerlo mediante la manera de otro.

Hablo de cualquier tipo de lenguaje. Para mí, narrar es todo: diseñar un póster, escribir un libro, dar una conferencia. Al final, se trata de comunicar.Uno de los grandes retos ahora mismo es ser capaz de alejarte de todo, escucharte a ti mismo y encontrar tu manera de hacer las cosas.

 

Vicenzo Angileri (Italia, 1991) es director editorial Folch Insights. Tiene una maestría en Diseño Gráfico en ELISAVA y actualmente estudia guión para cine. También es editor en jefe de Eldorado.

 

[5 de abril de 2017]

Vincenzo Angileri

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