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Terrenos frágiles: Entrevista a Fernando Ortega

18.01.2013

Después de residir una temporada en la India, exponer en el Palais de Tokyo y participar en la 30 Bienal de Sao Paulo, Fernando Ortega regresa a México. Platicamos con él acerca de su muestra más reciente, que se exhibe en kurimanzutto.

Cuéntanos cómo ha sido la experiencia de regresar a trabajar a México, después de tus recientes muestras en el extranjero.

Pues ha sido cuestión de revalorar; aunque suene muy cliché, es real sobre todo cuando vienes de lugares como París donde todo es muy acartonado, muy predecible, muy seguro. Siempre estoy buscando lugares problemáticos; la disfuncionalidad definitivamente es algo que me viene bien.

Y París acartonado…

Te puedo decir muchas cosas de París: acartonado, predecible, burocrático, obvio. Se dice que es una ciudad que seduce al mundo, que todo el mundo se rinde ante ella; yo creo que hay que sospechar de esas ciudades.

¿Cómo ves la escena del arte en México en contraposición a la de París o a la de la India, por ejemplo?

Yo siento que hay muy buena producción, pero estoy alejado porque mis fuentes y mis intereses son otros. Puede sonar trágico, pero no tengo mucho interés en buscar qué están haciendo los artistas. En París y en la India tampoco busqué: mis ojos estaban buscando elefantes, hablando con taxistas, inventando cosas.

Residiste algún tiempo en la India. ¿Cuál fue tu experiencia y cuáles son las diferencias que experimentaste?

De las cosas que más me gustan de la India fue te hace replantear las supuestas verdades que atesoras y proteges. Llegas con ciertas ideas y éstas se derrumban inmediatamente porque a la gente no le significan nada. Las cosas son tan diferentes que tus ideas necesariamente se replantean. Cuando logré llegar a lo básico, a la comunicación básica, al cómo te llamas o de dónde vienes, me di cuenta de que lo que tiene India es la parte humana y es precisamente esa parte la que nosotros deberíamos retomar o mantener.

¿La comunicación básica se vuelve a complejizar cuando sales de allá? ¿Cómo lidias con eso?

Vuelvo a mis vicios, porque la demanda de volverse complejo parece ser parte inevitable de la misma sociedad. Hay que protegerse, porque es una ciudad compleja, como Londres. Es tanta la competencia intelectual allá que tienes que transformarte para sobrevivir a esa atmósfera. Lo que pierden los ingleses es la parte humana, todo se vuelve muy acartonado. No creo que en México se llegue a ese grado, aunque la tendencia parezca ir hacia allá.

Tu obra parece guardar una estrecha relación con los procesos de investigación que se articulan de modo previo al resultado final. ¿Cómo vives esos procesos?

Los procesos son los que tienen todo el valor. Lo delicado y la forma en que traspasas esas experiencias de la casa o del taller es el punto en que la obra se vuelve la conclusión de tu observación. Muchas veces lo que enseñas al final es más bien el residuo; por eso se queda muy corto frente a la experiencia original. Si te dijera que yo tenía ahí veinte arañas…

¿Dentro de tu casa?

¡Sí! Les hice cuartitos y hoteles; colocaba alambres para que hicieran ahí sus telarañas. Las traía del campo y les hacía algo geométrico y agradable para que ellas empezaran a hacer sus cosas. El resultado de ello en esta exposición es la antena que tiene en medio una telaraña. Se queda corta, porque no tiene acceso al proceso, a la experiencia.

¿Y sigues viviendo con las arañas?

Si, sigo teniendo unas chiquitas en casa, pero aún no las quiero usar, más bien estoy viviendo con ellas. Hoy las vi brincando en mi computadora.

Hay una relación muy latente con lo inesperado y lo imprevisto en tus piezas, ¿podrías hablarnos un poco de la relación con estos dos conceptos en términos narrativos?

Pues justo hoy ocurrió ese “algo” inesperado del que hablas. Mientras estábamos montando una de las obras, no colocamos bien el vidrio y éste se cayó. De pronto escuchamos un ruido hermoso y al entrar vimos parte del piso de la galería lleno de vidrios. Son esos momentos inesperados los que más aprecio. Me gusta tratar de provocar lo inesperado, procurar esas dislocaciones. Estas cosas o situaciones son en realidad la vida; las cosas tienden a romperse. Si yo elegí un vidrio, yo soy responsable de que éste se puede romper; directamente estoy queriendo decir algo, provocar algo, que suceda. Desde que eliges un material como una telaraña, sabes a lo que vas, si no estarías eligiendo materiales como el acero.

Esto se complica en un espacio como el de una galería, porque tiende a haber una distancia entre el espectador y la obra…

Sí, sin embargo no ocurre que alguien pase y se aventure a tomar la iniciativa de hacer algo como subir la escalera para tocar el triángulo. Finalmente hay reglas. En el momento que entras en un espacio de exposición sabes que hay que dejar un poco parte de la vida y su espontaneidad para filtrarla debido a las reglas que implica toda institución. Es complejo, hay gente que pone filtros muy poderosos y hay gente que, al contrario, busca evadirlos y busca que pasen desapercibidos. Es eso lo que me interesa: ahí está precisamente el imprevisto, la posibilidad de lo inesperado.

Eso es algo muy interesante de tu obra, muchas veces tus piezas ofrecen una posibilidad de navegar dentro de posibilidades que plantea el azar…

Sí, todas son cosas muy intencionadas porque busco generar una posibilidad que se encuentre abierta al azar a través de mis piezas. Tú tienes una dirección, yo pongo una dirección, pero al tú poner un objeto que no sabes cómo se va a comportar, tú le abres a ese objeto sus posibilidades: “¿qué va a pasar?, ¿se va a romper?, ¿me voy a ensuciar?”. Entonces hablamos de cómo aterrizar toda una intención en un objeto que va a abrir las posibilidades gracias a esas piezas azarosas o intencionadas.

Háblanos un poco sobre la actual exposición Fernando Ortega en kurimanzutto.

Por alguna razón llegué y quería trabajar con algo frágil. No quiere decir que esté en un momento frágil de mi vida, pero me gusta mucho meterme en terrenos frágiles, problemáticos, casi caóticos. Tenía ganas de llevar esa búsqueda que persigo en mi vida diaria a la muestra. Siempre he caminado por las calles con ganas de tocar esos cables de alta tensión, con curiosidad por ese sonido que producen las cajas; siempre que los veo tengo ganas de tocarlos, tal vez sólo para saber si esa cosa en realidad es peligrosa o si es puro cotorreo [risas].

La exposición surgió como una necesidad de llevar todas esas obsesiones a algún lugar. Siempre me preguntaba:¿qué pasa si me acerco a una telaraña? Todas esas cosas que vivía en mi vida diaria como misterios que voy recogiendo, las quise poner y resolverlas aquí: un conjunto de esas experiencias que traigo, esas cosas frágiles, esas dudas que todavía tengo de la ciudad, traerlas aquí, ponerlas en marcha y hacer que se activen.

Esa búsqueda por trabajar con lo imposible termina en algunas ocasiones haciendo que muchas de tus piezas converjan con una suerte de excentricidad muy característica en ti.

Tal vez es excentricidad porque al final vivo entre ensoñaciones, ilusiones y pasiones que me mueven. Es decir, veo una caja de alta tensión que me provoca tocarla y me pregunto qué pasa si lo hago. Y como no puedo, busco hacer estas adecuaciones. Tal vez esta exposición esté compuesta precisamente por ensoñaciones.

Por último, háblanos un poco sobre tus proyectos a futuro.

Necesito ver qué voy a hacer con las arañas. Resulta que metí a mi casa una preñada y ahora está toda la casa llena de pequeñas arañas por todas partes. Tengo que ver cómo voy a resolver eso. También están proyectos futuros como la Bienal de Estambul.

www.kurimanzutto.com


[18 de enero de 2013]

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