Cn

La incomodidad como detonante: Entrevista a Edgardo Aragón

01.11.2012

La incomodidad ante lo político, lo social y la vida son algunos de los elementos que generan un discurso crítico en el trabajo de Edgardo Aragón. Sus propuestas —acciones que se registran en video y que se convierten en instalaciones— han viajado de su ciudad natal, Ocotlán, Oaxaca, a las más reconocidas instituciones alrededor del mundo. En esta entrevista, nos cuenta acerca de sus motivaciones y su proceso de trabajo.

¿Cómo decidiste dedicarte al arte y cómo llegaste a ser uno de los artistas mexicanos jóvenes más reconocidos?

Fue algo que comenzó a suceder de manera catártica. Creo que me pasó como a Guillermo Fadanelli que no tenía ningún libro en su casa y terminó por ser escritor. Lo mismo me sucedió a mi: yo no tenía ningún referente cultural y terminé siendo un artista y, además, de arte contemporáneo. Me brinqué el estándar que hay en Oaxaca sobre este tema y me fui a estudiar la carrera a La Esmeralda. De ahí, de la noche a la mañana, me empezaron a llegar invitaciones de lugares reconocidos a nivel nacional e internacional.

¿Cuáles son las exposiciones que has tenido este año?

Este año presenté Efectos de familia en MoMA PS1. Es una obra que consta de trece videos cortos que parten de mis experiencias familiares y situaciones que tienen que ver con la migración, el narcotráfico, la falta de oportunidades y la pobreza que se vive en el país. En Art Basel expuse La Trampa, una instalación de tres canales que aborda la temática del narcotráfico en los años 70. Llevé tres obras a LA><ART, en Los Ángeles, expuse en el MACO de Oaxaca y actualmente presento una pieza que se titula Tinieblas en el MUAC.

¿Crees que tu trabajo se relaciona con lo que están produciendo, en términos muy amplios, otros artistas de tu generación?

El arte en México tiene la característica histórica de ser reaccionario, pero siento que muchos de los artistas de mi generación están pensando en colocarse en el mainstream, vender su trabajo y tener una vida cómoda, más que en generar un discurso. Creo que el arte tiene que funcionar para un público y no para un coleccionista. Si dejara de sentir incomodidad ante lo político, lo social, la vida misma, ante todo lo que nos rodea, si no sintiera empatía por nada, entonces tendría una discapacidad para indignarme ante lo que sucede y mi trabajo dejaría de tener sentido. Los motivos que me impulsan a producir, a pensar y a criticar son diversos factores que se sustentan en esta incomodidad.

¿Nos podrías hablar más sobre estas temáticas que te hacen sentir incómodo?

En realidad mi trabajo es introspectivo, parte de mi experiencia individual hacia fuera, hacia segundas y terceras personas. Abordo temas que tienen que ver con la economía y la política, con situaciones aparentemente locales, como los problemas de los límites, las tierras y las fronteras, pero que en realidad son conflictos globales. También me interesa mucho la investigación y por eso trabajo casi siempre con referencias históricas. En La trampa, por ejemplo, utilizo música del siglo XVI con protestas actuales.

¿Cómo insertas esto en el sistema del arte?

Siempre he pelado por que el arte no sea un objeto de lujo que puedes poner en tu casa para decorar sino que tiene que ser algo que genera conocimiento. Igual que un escritor a través de sus textos —ya sean cuentos, novelas o ensayos— hace un comentario, debe haber un contenido en la rama de lo visual. Pienso que una obra vale cuando es interesante visualmente, pero sobre todo cuando el contenido es potente. Tiene que haber mucha redondez y, hablando en términos más clásicos del arte, es importante que la obra sea armónica en todos los sentidos.


Las obras de Edgardo Aragón cargan un aire de nostalgia y una preocupación por la estética y el transcurrir del tiempo, es decir, una especie de poesía que se rompe con acciones que de una manera sutil nos hablan de una realidad dura y violenta. Tal es el caso de Efectos de familia, una obra que consta de trece videos cortos donde los protagonistas preadolescentes simulan estar en situaciones de sumisión, dolor, injusticia y tortura. En La trampa, aborda el modo en que se vivía el fenómeno del narcotráfico en los años 70. Es una instalación de tres canales donde vemos una avioneta que circula constantemente y que recrea una serie de aterrizajes clandestinos en un pueblo de Oaxaca. Abarca tres aspectos: el contexto, que es el retrato del lugar en el que se llevaron a cabo; la acción, que involucra a la gente del pueblo que la observa, y la memoria. La obra se convierte en detonador de un recuerdo que induce a revivir ese fantasma, y así se inserta en la tradición oral del lugar.


[31 de octubre de 2012]

siguiente

Newsletter

Mantente al día con lo último de Gallery Weekend CDMX.