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Atelier Van Lieshout, The Burghers, 2013. Tomado de la página de Galería OMR http://galeriaomr.com/

El arte y la producción en Atelier Van Lieshout

Entrevista 25.04.2017

Elena Coll

Su trayectoria y el diseño social, son los temas sobre los que platicamos con el artista Joep van Lieshout, quien tendrá su exposición en la galería OMR.

Tomando como punto de partida a las máquinas y los procesos de producción industrales, Atelier Van Lieshout explora las posibilidades del diseño en el humano / lo humano. En la presente entrevista, Joep Van Lieshout nos habla de su interés por los materiales en bruto, las relaciones sociales, el consumo y el cuerpo humano.

Atelier Van Lieshout estará en exhibición en la Galería OMR del 22 de abril al 20 de junio.

 

¿Por qué trabajas bajo el nombre de un atelier, y no como artista individual?

Fue una decisión conceptual que tomé en los noventa, pues siempre trabajé con el diseño y los objetos funcionales; las máquinas como tema son el propósito de mi trabajo. Y, en ese sentido, buscaba romper con las barreras del arte. Un obra de arte suele no ser no funcional, única y auténtica. Entonces decidí hacer esculturas funcionales que no fueran únicas ni auténticas (en el sentido de que cualquiera podría hacerlas). Tomé este concepto y lo llevé más allá, al punto en el que quise reducir mi papel de artista al del carpintero, al que produce «cosas». Y en ese periodo quise cambiar mi nombre al nombre de una compañía.

Esa es la razón principal. Por otro lado, trabajo en diferentes campos. Trabajo como artista —el centro de mi trabajo—, pero también trabajo como diseñador —haciendo muebles— y como arquitecto —con edificios pequeños, usualmente, pero ahora también estoy trabajando en edificios a gran escala. Esto implica el trabajo en colaboración con muchas personas —en especial en el diseño y la arquitectura, pero también en los procesos de producción, en los que me involucro mucho como artista.

Atelier Van Lieshout, Buffel, 2011. Tomado de la página de Galería OMR http://galeriaomr.com/

¿Y dirías que concibes tu propio arte como un trabajo colectivo?

No, son cosas distintas. Por ejemplo, cuando empecé el Atelier Van Lieshout, en los noventa, se trataba de una base puramente conceptual, anarquista. Pero en estos días ya no necesito hacer declaraciones, por lo que también podría trabajar como Joep Van Lieshout, en mi papel como artista.

Por otro lado, si bien trabajo con alrededor de veinte personas, todas las piezas las hago yo mismo. No se trata de que cualquier persona venga con una idea y ésta se realice. Porque, a final de cuentas, el arte es individual.

Atelier Van Lieshout, Happy Industry Stove, 2014. Tomado de la página de Galería OMR http://galeriaomr.com/

¿Crees que tu arte propone respuestas, o plantea preguntas?

Un poco de ambos. Por ejemplo, en 2001 creé un Estado libre. En ese entonces, si la gente me hubiera dicho que era un proyecto utópico, les habría gritado: «No es una utopía, es realidad. Voy a hacer un nuevo pueblo, y vamos a ser autosuficientes. Seremos un gran éxito.» Es decir, si alguien me hubiera dicho que se trataba de una obra de arte utópica, me habría peleado con ellos. Pero ahora, al mirar atrás, puedo ver que sí, en efecto, se trataba de un proyecto de arte utópico, y que no era realista pensar que podríamos tener un Estado libre con 1,000 personas viviendo dentro.

En ese momento lo veía como una solución. Ahora no creo que lo que propongo sean soluciones. Lo que propongo es mucho más un catalizador: busco molestar, interrumpir.

 

Platícanos un poco sobre tu obra New Tribal Labyrinth. Según entiendo, habla de una cultura cuyas herramientas son sus objetos de culto. ¿Estoy en lo correcto?

En parte, sí. Hay un gran paralelo con el movimiento de Arts & Crafts. En ese momento se buscaba proteger al movimiento de artes y oficios de la creciente industria. Ahora es la industria la que necesita ser protegida, ya sea de la globalización o de las artes y oficios. Ahora hay, entonces, una especie de movimiento opuesto. Con New Tribal Labyrinth yo quería regresar a los orígenes de la industria; el origen de nuestra cultura, de nuestra riqueza, al hacer un alto horno, máquinas de destilación química, máquinas para procesar madera y todo tipo de máquinas que trabajaran a partir de una reapreciación de los materiales en bruto y los productos simples.

Creo que estamos tan acostumbrados al consumo que casi no podemos comprender ni apreciar cómo se hacen las cosas, ni todos los procesos industriales. La producción de acero es hoy en día un proceso muy eficiente. Está a cargo, principalmente, de la industria china —quienes hacen el más barato—; empezar a hacerlo uno mismo, en nuestro país, es impensable porque contamina y es muy caro (debido a los altos costos de la mano de obra). Pero, en una idea muy romántica, quise hacer este acero, mucho más caro que el chino, para curar, para arreglar esta brecha entre el diseñador, el productor y el consumidor.

Se trata de una idea para reestablecer las estructuras sociales de antes. Porque ahora, además, todo es global; hace veinte años, por ejemplo, era completamente diferente que, digamos, hace veinte años. En esa época toda una comunidad trabajaba en una fábrica y se conocían entre ellos, se cuidaban entre ellos. Por eso esculpí New Tribal Labyrinth. Es una tribu de personas que elige el procesamiento de la madera o la producción de químicos como meta en la vida. Es una idea muy romántica. Y con estas nuevas comunidades «utópicas» creí que podrían haber también nuevos rituales. Pero en ningún momento describo esos rituales; podrían ser rituales de adoración a las herramientas o a los materiales.

De alguna manera lo que propongo también es muy cínico, porque la industria es sucia y monótona. Y lo que vemos ahora son muchas personas que quieren reconectar con este pasado de una manera muy sentimental, casi hipócrita. Tratando de regresar a una vida en comunidad, consumiendo comida local y cosas por el estilo. La idea que tienen sobre su estilo de vida se acerca tanto a un estilo de consumo que tengo que reírme. Si realmente quieres regresar, comienza por producir tu propio acero.

 

¿Y qué me dices del nombre de esta exposición: Poli, Pluto, Pluri? ¿Cómo se relaciona con tu trabajo?

Pues, por un lado, la traducción casi literal es «más, más, más», lo cual me gusta mucho. Por el otro, yo veo a mi trabajo como una especie de exploración. Colón trató de descubrir el mundo; yo trato de descubrir mi mundo. En ese sentido, quiero más, más, más.

 

Por otro lado, sé que siempre hay un cuerpo implícito en el diseño, pero en tu obra lo veo también representado. ¿Dirías que hay una razón por la que aparece tanto como imagen?

Es mi realidad diaria. Mi propio cuerpo y la vida que vivo, el hecho de saber que nací y que moriré en algún punto. Y siempre he estado muy interesado en el «de dónde venimos, a dónde vamos». Creo que es la pregunta más importante que puedes hacerte a ti mismo. En ese sentido, creo que el cuerpo humano dice mucho.

También pienso que el cuerpo es muy bello. Me gusta el interior humano: los sistemas —cómo funcionan— y el misterio y la belleza en todo ello. Me gusta también todo lo que hace el humano, como la arquitectura, el diseño, el arte, la música. No me gustan los árboles, ni las montañas. Me gusta el humano y todo lo que el humano produce. El resto está ahí para servirnos.

Atelier Van Lieshout, Thin Man, 2001. Tomado de la página de Galería OMR http://galeriaomr.com/

Finalmente, ¿más allá del diseño social, de qué otras maneras puede trabajar el diseño con la sociedad para generar algún cambio?

Creo que se trata de crear mejores productos. Más sustentables, más funcionales, más duraderos, más accesibles para la gente. Creo que el diseñador siempre tiene la oportunidad de mejorar el mundo; el arquitecto también. Un proyecto que hice el año pasado es un buen ejemplo. Trabajé en Malawi, el país más pobre de África. En conjunto con la organización Young in Prison, trabajamos con gente joven en prisión. Lo que hicimos fue que yo diseñé una lámpara de acero, y juntos creamos una especie de taller, de manera que 10 o 16 jóvenes, entre los 12 y los 18 años, al salir de la prisión aprendían a trabajar con metal y recibían todo tipo de clases con el propósito de reintegrarlos a la sociedad.

Así, la lámpara —llamada Freedom Lamp— se produce ahí; los niños aprenden a trabajar con metal, ganan un poco de dinero y se reintegran a sus comunidades y el producto se vende al resto del mundo por un par de cientos de euros, dinero que se reinvierte en el proyecto. En ese sentido, podemos crear conciencia sobre un problema social, crear posibilidades para que la gente joven aprenda nuevas habilidades y empiecen una nueva vida, y de paso hacer un bello objeto que otras personas pueden disfrutar.

[25 de abril del 2017]

 

Elena Coll

Editora e investigadora egresada de la carrera en Estudios y Gestión de la Cultura. Colabora en distintos medios. Fue editora de Revista Código.

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