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Entrevista a Sol Henaro

23.07.2012

Hasta el mes de noviembre se presenta una exposición que revisa la producción artística de los 90 a través de la colección del MuAC. Platicamos con su curadora.

¿Cuál es el premisa curatorial de la exposición? 

La muestra se articula en torno a La Quiñonera (1986-1992), La Panadería (1993-1995) y Temístocles 44 (1994-2002), espacios colaborativos de intensa actividad artística y de perfiles distintos. La exposición intenta generar memoria en torno a la escena artística de ese periodo, e interrogarnos cómo se ha construido el relato historiográfico desde aquel periodo en torno al arte. Entendemos los 90 como un periodo más amplio que va de finales de la década de 1980 hasta los tempranos años del 2000. La exposición reúne 32 producciones y propone un programa de cuatro foros con artistas de la exposición y cuatro debates públicos con importantes agentes activos del medio artístico.

¿A partir de qué documentos se efectúa una historiografía tan reciente?

No es sencillo, ya que aún no existen archivos sustanciosos, pero lo valioso es que la mayoría de los protagonistas de ese periodo viven y siguen activos; la investigación es un elemento básico de la labor curatorial. Uno de los dispositivos que me interesó revisar está relacionado con la actividad de publicaciones existentes durante ese periodo, como Curare Espacio Crítico para las Artes, La PUSmoderna o Poliéster.

En estos espacios editoriales publicaron figuras de relevancia actual como Osvaldo Sánchez, Oliver Debroise o Cuauhtémoc Medina, y contaron con intervenciones de artistas como Damián Ortega, Dr. Lakra o Semefo.

¿Hubo tensiones en el arte durante esta década?

Fue un periodo de múltiples tensiones, pero resaltaría, por un lado, la oposición ampulosa de la pintura versus el arte conceptual y viceversa. Y la distinción entre el performance versus el uso del cuerpo como vehículo de enunciación y exploración que no necesariamente se calificaba por sus propios productores como performance.

¿Cuál era la lógica de mercado del arte en los 90?

La mayor parte de los artistas no contaba con una galería; las había, pero apoyaban más las producciones tradicionales (escultura, pintura, dibujo). Pero se estaban modificando las lógicas tanto de producción como de consumo. Existieron galerías muy significativas que apoyaron a artistas experimentales, como la Sloane Racotta, Art&Idea o la Galería de Arte Contemporáneo; espacios que se arriesgaban apoyando producciones que difícilmente tenían cabida en el mercado. Luego vino la bonanza a través de galerías como la OMR y desde luego con kurimanzutto que llegó con otra perspectiva de profesionalización y sobre todo, de interés por propiciar una visibilidad internacional.

¿Cómo alcanzaron a trascender generacionalmente estos grupos?

No fue una tarea que se lograra sólo por los artistas, sino por diversos agentes culturales. Había un interés en que las producciones salieran de lo local y pudieran contar con una proyección internacional. Se aspiraba a generar una proyección de orden internacional. No hay que olvidar que en ese periodo surgieron las primeras figuras curatoriales e instituciones con discursos más contemporáneos como el Fitac (luego el Sitac), In Site, la Bienal Cinco Continentes una Ciudad, el Centro Cultural Arte Contemporáneo… Durante los 90 se conformó una comunidad amorfa integrada por curadores, críticos, gestores y artistas de las más variadas generaciones y posiciones. Aunque las posturas tuvieran matices, en cierto modo todos estaban trabajando en la profesionalización del sistema artístico, gran parte del cual, hoy reconocemos como el arte contemporáneo de México.

¿De qué manera la figura del curador adquirió relevancia en este contexto?

La mayor parte de los primeros agentes curatoriales eran artistas visuales. Un ejemplo interesante es Rubén Bautista (†1990), quien delineó cierta estructura a La Quiñonera. Rubén contaba con una formación nada común en México para ese momento; había sido apoyado por Fernando Gamboa para que viajara fuera de México, y a su regreso contaba con una trayectoria que nadie más tenía en el país, había trabajado en el Stedelijk Museum y la Whitechappel Gallery.

El curador es uno de los agentes que acompañaron estrechamente la transformación del arte contemporáneo sea a través de las exposiciones, los textos que produjeron, los proyectos, los debates públicos… con otros agentes del medio, enriquecieron la escena.

¿Qué cambios detectas entre las nuevas generaciones de artistas respecto a la generación de los 90?

Los apoyos y estímulos para las generaciones más jóvenes se han multiplicado. También la fiebre o la ilusión de ser el mega artista famoso internacionalmente notorio, ha disminuido. Desde luego hay quienes siguen comprándose ese cuento, pero actualmente hay artistas que no están tan cegados por el mercado ni la internacionalización. El boom del arte contemporáneo de México causó estragos, pero también posibilitó nuevas herramientas y alianzas. Actualmente hay diversos productores que están más preocupados por los procesos creativos y nuevas estrategias colaborativas.

Antes de la resaca… Una fracción de los 90 en la colección del Museo Universitario de Arte Contemporáneo.

Hasta el 27 de noviembre.

www.muac.unam.mx

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