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Relatos de un sueño: Entrevista a Rita Ponce de León

12.12.2012

Para su más reciente comisión en la Sala de Arte Público Siqueiros, Rita Ponce de León (Lima, Perú, 1982) deconstruyó ciertos elementos que conformaban el discurso visual y político de Siqueiros para trasladarlos a la escena social actual mediante entrevistas; el resultado es un mural expansivo que no tiene un orden lineal narrativo. Platicamos con ella acerca de su estancia en México, su participación en la muestra The Ungovernables en el New Museum y su trabajo con los sueños y los cómics.

Cuéntanos un poco sobre tu decisión de venir a estudiar a México y cómo viviste el proceso de integración con la sociedad mexicana, en especial en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”.

Tenía el ánimo de permanecer en Latinoamérica y tras investigar por un tiempo el panorama decidí venir a dar el examen para “La Esmeralda” sabiendo que si no lograba entrar, igual iba a quedarme e inventar algo qué hacer, por eso traje todas mis cosas. Confiaba en que seguramente, al ser México muy grande y culturalmente activo, tendría muchas cosas qué aprender no sólo del lugar sino fuera de mis esquemas y de la estructura familiar. Estudié Artes Plásticas en Lima en un régimen técnico muy riguroso y algo añejo. De la Facultad donde estuve tomé y di lo que pude. Sobre todo aprendí a buscar junto con otros estudiantes lo que la Facultad no nos daba, eso lo considero muy valioso.

Me tardé muchos años en sentir que vivía en esta ciudad; ya llevo más de 9 años aquí. Desde hace relativamente poco, logro identificar algunas dinámicas sociales que considero propias de la ciudad, sobre todo leer algunos códigos sociales. Me da mucha satisfacción conocer cada vez más a profundidad a un país que no es el mío y que haya preguntas propias de él en las que me encuentro involucrada: ¿qué hacemos con respecto al cúmulo de problemas que existen en México?

La Esmeralda que a mí me tocó tenía el potencial de ser un buen lugar si lograbas estar junto a los maestros más activos y exigentes. Yo considero que le saqué jugo, aunque extrañaba el ambiente más plural que te da un campus universitario.

Hace un par de años tuviste la oportunidad de regresar a Perú pero ya no como estudiante sino como parte de un proyecto artístico. ¿Cómo encuentras la escena del arte contemporáneo en Perú, en contraposición a la de México?

He intentado ir seguido a trabajar, además de ir a visitar a mi familia. Colaboro con la galería 80 Metros Cuadrados de Livia Benavides.

Puedo hablarte de Lima, pues hace mucho que no he podido viajar dentro de Perú para hacerme una opinión al respecto. En Lima hay artistas y teóricos en verdad muy valiosos, gente joven que se hizo bastante sola y que responde y actúa sobre la realidad de manera efervescente. Mi opinión es que hay una fluctuación entre entusiasmo por lo nuevo y desencanto por lo que aún no se puede lograr a nivel político y cultural. Por otro lado, la sociedad limeña es algo más conservadora que la de la ciudad de México y los artistas tienen que lidiar con eso todo el tiempo. Hace poco hubo dos casos lamentables de censura a dos exposiciones.

Al ser mucho más grande que Lima, la ciudad de México genera mayor diversidad de propuestas, pero a la vez más dispersión de las mismas. En Lima, el panorama cultural joven al ser más pequeño es un poco más legible pero no existen aún tantas instituciones que apoyen la cultura y las propuestas autogestivas son muy frágiles.

En el marco de la Trienal 2012 del New Museum en Nueva York fuiste parte de la exposición The ungovernables. Después de trabajar en México y en algunos países latinoamericanos, ¿cómo fue la experiencia de trabajar en un museo de la talla del New Museum y dentro de una exposición donde confluyeron 34 artistas y colectivos de diferentes nacionalidades?

Puedo decir que percibí a personas y sus realidades a través de sus propuestas, incluyendo a la curadora. Era un ambiente reflexivo y con exigencias de montaje y coordinación, a la vez que emocional. Quedé muy satisfecha de comenzar a conocer a algunos artistas que me parecen sensatos, imaginativos y activos con respecto a su entorno (por ejemplo Ala Younis). Recuerdo en especial un día que hicimos una mesa de discusión en donde se invitó al público a ir a escucharnos. Creo que hubo un intercambio genuino ese día, que fue posible por el entusiasmo de la curadora y la estructura del Museo.

Son muy interesantes los acercamientos que tienes a la construcción de espacios y diálogos en colectivo y a la inclusión del público y de otros agentes en tu proceso de creación. Por ejemplo, en La Mesa de Bretón, ¿cuál crees que sea el papel del artista si ya no se encuentra él como el actor central de la pieza?

Prefiero no hablar de “el artista”, pero sí puedo hablarte de mi experiencia con la Mesa. Eso fue literalmente un experimento para mí. Yo no había hecho una obra de ese tipo antes, lo cual fue bastante positivo porque no tenía expectativas puntuales sobre la reacción del público. El día de la inauguración fue increíble ver cómo personas que no se conocían estaban intentado responder, por ejemplo, a la pregunta “¿qué es la abstracción?” o “¿qué piensas de mí?” (es decir de la persona que tenían enfrente). Yo me mantuve atenta pero al margen, aunque en un momento conversé allí sentada con mi tía abuela sobre la muerte. Creo que mientras la Mesa estuvo viva, mi papel como artista fue el de una especie de motor invisible.

Los sueños han sido parte de tu exploración de los últimos años, ¿qué importancia tienen para ti y cómo es que empezaste a indagar en ellos?

Empecé por la necesidad de anotar los míos, sólo porque eran largos y los recordaba muy bien. Son muy importantes para mí, me guío mucho por la intuición para trabajar y pensar en los sueños me entrena. Me detuve en que los fragmentos de ellos que quedan al despertar podían ser engranados entre sí a través del dibujo secuencial, sin necesidad de convertirlos en historias sino en continuos de sensaciones. Luego, en otra etapa, me pareció que era aún más interesante intentar que otros me cuenten lo que soñaron. Resulta que cuando le pides a alguien que te cuente un sueño termina emocionado contándote un montón.

El cómic, además del dibujo, es una de las herramientas más importantes de tu trabajo. ¿Por qué te acercaste a este estilo en particular?

Fue gracias a José Luis Sánchez Rull, él es una biblioteca con piernas y siempre me prestó sus cómics. Cuando leí el Maus de Art Spiegelman pensé en la potencia de su discurso brillando por estar contenido en un pequeño libro con dibujos de ratones. Viví de hacer cómics durante un par de años y pensar en páginas se convirtió en mi día a día. Aún no estoy segura de que lo que hago son cómics ni si me interesa contar historias, pero sí tengo certeza de que el formato de exposición no me es suficiente. Me ha gustado mucho dar clases y publicar, es una manera muy real de acercarme a otros. La realidad es que el mundo del arte contemporáneo y el de los cómics es muy distinto y yo estoy obsesionada con beber de ambas fuentes, me es sano. En Lima hay historietistas buenísimos como Rodrigo La Hoz o Jesús Cossío con quienes estoy colaborando.

Platícanos un poco de tus próximos proyectos. Suponiendo que el mundo sigue su rumbo después de este 2012, ¿cuáles son tus planes para el 2013?

Después del fin del mundo tengo varios planes. En enero viajaré a Alemania para una exposición colectiva, comenzaré a desarrollar mi proyecto como becaria del Fonca con la poeta peruana Tilsa Otta, haré una pequeña publicación sobre la experiencia con el público en la SAPS, viajaré a Colombia para una individual en Casas Riegner en Mayo y se presentará el libro Vitamin D2 de editorial Phaidon en donde he sido incluida.


[12 de diciembre de 2012]

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