Cn
Francis Alÿs, Turista (1994). Imagen por Enrique Huerta. Cortesía del artista y David Zwirner. ©Francis Alÿs.

Entrevista a Francis Alÿs

Entrevista 17.07.2012

Francis Alÿs fue entrevistado en Código algunas ocasiones. Recuperamos esta entrevista de 2012, año en que expuso en Tate Modern.

Creador, detector e impulsor de relatos, caminante y cartógrafo, Francis Alÿs ha vivido en la ciudad de México desde hace 20 años, mismos en los que ha logrado detectar un sinfín de historias y enigmas que se activan y desplazan dentro del Centro Histórico de esta ciudad. Código 06140 platicó con él sobre su exposición en la Tate Modern, a realizarse en junio de este año.

—Queda claro cómo intentas negociar con las tensiones que se mueven entre el Centro Histórico y el resto del mundo, las historias que de ahí surgen…
Es el laboratorio. Lo que tengo al final del día es una narrativa discursiva, es decir, no lineal, episodios dentro de una gran narrativa que pueden o no sucederse. El tiempo pasa muy rápido y me interesan los espacios intermedios que se borran, por ejemplo, entre trabajo y ocio. La narrativa va hacia adelante y hacia atrás. Dichas narrativas provocan escenarios, trato siempre de mantener todo lo más sencillo posible: una acción que puede transformarse o no, el medio se define de forma casi natural, ya sean fotografías, postales, video. Mucho se define en las mutaciones que suceden en el exterior, no proveo respuestas, si no las encuentro, me doy por vencido, no puedes forzar nada. Para referirme a tu pregunta, una narrativa básica se gesta en México, pero a veces debes reformular esas preguntas fuera del país, esto te permite dar un último paso. El contexto es la pieza que faltaba para materializar la obra.

—Pero no siempre es posible traducir la pieza y sus códigos.
No es sencillo, pero me interesa la bigger picture. Puedo intuir cuando va a funcionar lo que quiero hacer dentro del marco discursivo que me interesa. Hay códigos culturales, urbanos, de conducta, que puedo descifrar o no, pero no me interesa proveer respuestas. Es demasiado fácil distraerse, hay que enfocarse en la big picture.

De San Ildefonso a la Tate Modern, ¿qué esperas de la exposición, implica algo en particular para ti?
Esta es una exposición muy distinta a 10 cuadras. Aquella mostró piezas aisladas a lo largo del tiempo y fue un buen método para reconstruir una especie de gran narrativa. Fue muy útil poder volver a ese territorio y cartografiar esas piezas.

—¿Un territorio físico y emocional?
Sí, fue revisitar y extraer detalles que en su momento no parecían importantes, articular una narrativa visual. Con la Tate se trata de un solo argumento, de un ir y venir entre piezas, de poner atención a los ecos, sin importar el medio, los años, el lugar. Me interesa ver de qué forma extraigo todo de las piezas para visibilizar todos los aspectos de un argumento. La magia está ahí. Al final se trata de revisitar esas mismas ideas hasta el extremo, de manera obsesiva. En la exposición hay nociones de hiperactividad, ocio, gasto, desgaste, entropía, la productividad dentro de un contexto latinoamericano. Se puede llamar muestra, retrospectiva, no importa, el argumento debe sostenerse. Aunque en la Tate manejan otros lenguajes —política, poética, fantasía, ficción—, al final no importa.

—¿Podrá el público ver piezas nuevas?
Sí, están al final de la exposición, pues resulta necesario visitar las anteriores para familiarizarse con el vocabulario. Tal vez todo funcione como una especie de avalancha de la imagen. Una de las piezas es la filmación que he hecho ya durante varios años de los tornados en Milpa Alta, justo antes de las lluvias, cuando el cielo se enfría y el suelo sigue caliente, se crea una especie de depresión. La continuidad del performance cancela la secuencia, es decir, la percepción del tiempo es muy confusa, es un presente continuo: sugerirle al espectador la interminable repetición de la acción, su vanidad y a la vez su absoluta necesidad. Toco estos temas en trabajos como el de Lima o Gibraltar, son tensiones, el colapso de la poesía, de la política. Hay algo de oscuridad y hermetismo pero la idea es que las tensiones de esto se materializan en el absurdo acto de perseguir tornados. Es un escenario muy sencillo que a la vez provoca un monocromo, entras al ojo del tornado y es una pintura, como los espacios monocromos que crea James Turrell con luces.

—¿Aún encuentras historias de personas que se resisten a toda clase de imposiciones modernas, de control?
Es una ciudad prolífica en términos de cultura. Hay gente que busca siempre abrir el contexto. Las actitudes de los jóvenes son muy distintas y esto provoca campos de investigación muy enriquecedores, para mi trabajo y el de otros. México te exige reaccionar, todo está al borde del colapso, es como con los tornados.

El flâneur
Francis Alÿs nació en Amberes, Bélgica, en 1959. Realizó estudios de Arquitectura en el Instituto Tournai en su país natal y en el Instituto Universitario de Venecia. Desde finales de los años 80, su vocación itinerante lo hizo trasladarse a México, donde comenzó su producción artística a través de una serie de caminatas anónimas de las cuales apenas conservó unos cuantos objetos encontrados a su paso. Este sería el comienzo de una trayectoria que ha experimentado con performance, video, animación, foto, pintura y proyectos web, en el caótico “laboratorio al aire libre” que es para él la capital mexicana. Su obra se relaciona con espacios públicos, lo mismo el asta bandera del Zócalo de la ciudad de México que las calles londinenses o un montículo de arena en Lima. También ha sido invitado a las Bienales de Arte de La Habana y Venecia, además de haber expuesto en recintos como el Museo Reina Sofía y el MACBA. En 2007, la editorial Phaidon publicó un tomo monográfico sobre este artista. (i.g.s.)

siguiente

Newsletter

Mantente al día con lo último de Gallery Weekend CDMX.