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David Cronenberg, Maps to the stars (2014)
David Cronenberg, Cosmopoli (202)
David Cronenberg, Cosmopoli (202)
David Cronenberg, Maps to the stars (2014)
David Cronenberg, Rabid (1977)
David Cronenberg, Rabid (1977)
David Cronenberg, Rabid (1977)
David Cronenberg, Spider, (2002)
David Cronenberg, Videodrome (1983)
David Cronenberg, Videodrome (1983)
David Cronenberg, Videodrome (1983)

El cine de David Cronenberg. Objetos pulsionales, sujetos abismales

05.06.2014

Cineasta multifacético, David Cronenberg dio a conocer en el pasado Festival de Cine de Cannes su filme más reciente, no exento de polémica, Maps to the Stars. Siguiendo el camino de otros directores como Chris Marker o Peter Greenaway, el canadiense ha iniciado un proyecto multidisciplinario con materiales online, un e-book y dos libros impresos.

A lo largo de casi medio siglo, el cine de Cronenberg ha trazado un arco tan extraño como su mundo imaginario. Atravesando géneros y ofreciendo indiscutidas marcas autorales, su experiencia desafía las voluntades clasificatorias. Simplificando bastante, pueden advertirse tres grandes ciclos en su producción. Un primer tramo en su nativa Canadá lo localizó en el horror film, desde Epidemia (Shivers, 1975) o Rabia (Rabid, 1977) hasta el Hollywood y las puertas del cine mainstream como en Zona muerta (The Dead Zone, 1983) o La mosca (The Fly, 1986). Allí proliferaban científicos locos, contagios de enfermedades insólitas, revueltas varias del cuerpo y la mente, deslizándose hacia una evolución o autodestrucción.

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Un segundo período indagó los efectos mutantes de la tecnología y la mediatización, desde Cuerpos invadidos (Videodrome, 1983) hasta eXistenZ (1999), alternándose con la exploración implacable de algunos abismos psíquicos como los de Una vez en la vida (Dead Ringers, 1988), El almuerzo desnudo (Naked Lunch, 1991) o M. Butterfly (1993). En cierto sentido eran ficciones complementarias: la disolución de las almas en Cronenberg es la contracara de la revolución violenta de la carne, y las alteraciones tecnológicas son correlativas a dramáticos cambios del cuerpo, como clínicamente lo demuestra Crash. Extraños placeres (1996). Por su parte, como él mismo afirmó, eXistenZ es un ensayo existencialista disfrazado de relato de ficción especulativa.

En una tercera etapa, Cronenberg indagó la articulación entre sus sujetos, su psique y el mundo social. Bajo una superficie de calma aparente bulle un oscuro motor de violencia que es a la vez personal y colectivo. Una fuerza pulsional innominada determina los acontecimientos, por más control conciente que pretendan imponer sus criaturas, por ejemplo en Spider (2002), Una historia violenta (A Violent Story, 2005) o Promesas peligrosas (Eastern Promises, 2007).

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Este horizonte se completa con el período experimental de sus cortos iniciales y sus intervenciones cinematográficas o multimedia de años recientes, que contactan el cine con el arte contemporáneo y los nuevos medios. Ya en 1993 el Royal Ontario Museum indagó estas relaciones con The Strange Objects of David Cronenberg´s Desire. Pero más allá de lapsos temporales, hay un constante reenvío entre lo objetual, los cuerpos y las mentes, en un entramado que determina conexiones tan oscuras como poderosas, donde se fusionan Eros y Tánatos, haciendo de los objetos (especialmente los artefactos) entidades ominosas, casi vivientes.

En Un método peligroso (A Dangerous Method, 2011), además de la sinuosa e inquietante presencia de la paciente Sabina Spielrein, dos objetos tensan el enfrentamiento entre Jung y Freud. Si el pequeño velero del primero condensa la conquista de una irrisoria épica náutica, a la medida de un lago suizo, la célebre silla de escritorio de Freud, con su bizarra forma cuasi-orgánica, asume un protagonismo que hermana al mundo freudiano con el de Cronenberg. Algo similar ocurre en los micromundos enfrentados en Cosmópolis (2012): el de la limusina autosuficiente y el de la madriguera marginal de la última parte del relato, con sus respectivos objetos (de deseo, mortíferos, o ambas cosas a la vez).

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Evolution, la reciente muestra montada en el Festival de Toronto entre octubre y enero pasado, se enmarca en el The Cronenberg Project, una producción multimediática que hasta el momento abarca materiales online, un e-book y dos libros papel. Mientras concluía Map to the Stars (2014), Cronenberg producía en su casa pequeños filmes con cámaras GoPro, esos fetiches del video HD que parecen poder tomarlo todo. Pero más allá de la tecnología al día y el avance conjunto con largometrajes de estreno comercial y filmes casi hogareños, el objetivo del cineasta se orienta hoy a reencontrarse con el espíritu under de sus primeros cortos experimentales, buscando un contacto más directo con sus objetos pulsionales.

Reclamando para sí un lenguaje de madurez cercano a la escritura de un Beckett, o, agregaríamos nosotros, de un Buñuel: se trata de ir directo al punto. El caso es que ese punto tiene un doble fondo, y al examinarlo asoman por él las fuerzas que irrumpen desde el abismo. En su diversidad, las intervenciones cronenberguianas postulan al autor como estratega, artista, filósofo o sabio loco, persiguiendo en su madurez, con coherencia ejemplar, ciertas ideas y fantasmas que han fundado (y sostienen hasta el presente) una producción crucial para el cine contemporáneo.

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[5 de junio de 2014]

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