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John Cage. Tomada de New Music Collective
Nam June Paik, Hommage à John Cage , (1959). Tomada del sitio web de la Universidad de Utah
Robert Rauschenberg, Trophy IV (For John Cage), (1961). Tomada de SF MoMA
Yoko Ono, Grapefruit (Secret piece), (1964). tomada del sitio oficial del MoMA
Allan Kaprow, Fluids, (1967). ©Dennis Hopper
Kazuya Sakai, Renga IV, (1976).
Andrei Monastyrsky, Appearance, (1976). Tomada de Tranzit
Merce Cunningham, Beach birds for camera, (1992-93). Tomada del Fondo Merce Cunningham
Bruce Nauman, Mapping the studio II, (2001). Tomada del sitio oficial de la Galería Nacional de Arte Británico
Gerhard Richter, Cage 1 - 6, (2006). Tomada del sitio oficial de la Galería Nacional de Arte Británico

El arte después de John Cage: 10 piezas inspiradas en su obra

12.08.2015

Yoko Ono lo dijo: el arte occidental se puede dividir en antes de Cage (a.C.) y después de Cage (d.C). Y no hay nada más cierto. Así como Duchamp cambió el devenir del arte con los readymades, el artista, músico, poeta y teórico lo hizo a través de la música, el silencio, el ruido y el azar, con lo que se ha denominado readymades sonoros. Su influencia perdura hasta nuestros días. Artistas como Nam June Paik, Robert Rauschenberg, Yoko Ono, Merce Cunningham o Gerhard Richter, entre muchos otros más, le han rendido homenajes o se han inspirado en la filosofía de Cage para desarrollar su trabajo.

A 23 años de la muerte de John Cage, Código repasa 10 piezas de artistas internacionales que están basadas en la obra y los principales fundamentos de su pensamiento (Los Ángeles, 1912 – Nueva York, 1992): el budismo zen, la contemplación, la intuición, la experimentación y la cotidianidad sonora.

 

1. Hommage à John Cage (1959), de Nam June Paik

La obra de John Cage fue uno de los referentes más importantes para el proceso creativo de Nam June Paik. Después de conocerlo en un encuentro internacional dedicado a la nueva música en 1957, el considerado padre del videoarte comenzó a desarrollar diferentes experimentos sonoros. En su pieza Hommage à John Cage tomó los referentes del estadounidense para crear un ensamblaje de melodías e instrumentos clásicos —como el piano— en contraposición con gritos, ruidos y diversos efectos de sonido. La grabación sirvió como ambiente de acciones performáticas, en un experimento al que se le denominó música de acción.

15 años más tarde el artista coreano le dedicó el video A Tribute to John Cage (1973-76), que empalma escenas del compositor con fragmentos de entrevistas y anécdotas de amigos y colegas.

 

 

2. Trophy IV (For John Cage) (1961), de Robert Rauschenberg

Para entender la motivación detrás del trofeo para Cage habrá qué recurrir a la relación de mutua inspiración que hubo entre él y Robert Rauschenberg. En la biografía del pintor, Chaterine Craft relata que después del primer encuentro que tuvieron en 1951, ambos percibieron una fascinación mutua que perduró con el tiempo. Un ejemplo: Cage quedó impresionado con la serie White Paintings (1951) de Rauschenberg, en la que observó la serenidad y contemplación que él encontraba en el budismo zen. Las pinturas fueron una fuente de inspiración real para la composición de las piezas Theater Piece #1 (1952) y 4’33’’ (1952).

Por su parte, el pintor comenzó a experimentar con la fusión de pintura, escultura y collage, por influencia directa de la pieza Minutiae (1954) de Cage. Así, como parte de la serie generada entre 1952 y 1962, a manera de reconocimiento y gratitud hacia diversas figuras creativas, Rauschenberg creó Trophy IV (For John Cage). Se trata de una escultura compuesta por metal, madera, una linterna y una bota, concebida como una obra sonora que se puede “tocar” y no sólo observar. La pieza retoma la idea de Cage respecto de la fusión de sonidos musicales y no-musicales en un mismo entorno.

Robert Rauschenberg, Trophy IV (For John Cage), (1961). Tomada de SF MoMA

Robert Rauschenberg, Trophy IV (For John Cage), (1961). Tomada de SF MoMA

 

3. Grapefruit (Secret Piece) (1964), de Yoko Ono

Después de once años de producción, Yoko Ono publicó en 1964 Grapefruit, que reúne una serie de poemas e instrucciones, así como partituras realizadas por diferentes artistas basados en la música experimental de John Cage. Entre las 150 piezas se encuentra una rareza exquisita: Secret piece que, aunque fue escrita en 1953 —un año después de la presentación de 4’33’’—, fue publicada por primera vez como parte del libro. Se trata de un poema/partitura basado en el interés de Cage por los sonidos cotidianos y del entorno.

Siguiendo los preceptos de su gran amigo y mentor, Ono ideó la serie Instruction Paintings (1962) basada en la filosofía zen y concebida para explorar las posibilidades de jugar con la consciencia y la percepción de la realidad a través de las instrucciones marcadas.

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Yoko Ono, Secret Piece (1953). © Yoko Ono

 

4. Fluids (1967), de Allan Kaprow

En 1958, y por más de dos años, Kaprow atendió a la clase de música experimental que John Cage impartía en la Nueva escuela de investigación social. Allí fue donde se sintió atraído por las prácticas de Fluxus, y fue así como comenzó a realizar sus conocidos happenings, que más tarde llamó “actividades”. Pero más allá del impacto de Fluxus, Kaprow se sintió atraído por los conceptos que Cage adoptó y adaptó de la filosofía zen: la combinación de posibilidades y el azar como proceso de creación.

En ese contexto tiene lugar el performance Fluids, en el que convocó a un grupo de voluntarios para simular la construcción de una estructura formada por bloques de hielo. La atención y la energía que los participantes aportaban en la acción se convirtieron en el principal interés del artista. Se trataban de gestos considerados como un instante de “poesía de la vida diaria” que no puede ser capturado materialmente.

 

 

5. Appearance (1976), Collective Actions

Appearance fue la primera acción organizada por el grupo Collective Actions, integrado por artistas y poetas rusos que posteriormente formarían parte del movimiento Conceptualista en Moscú: Lev Rubinstein, Nikita Alekseev, George Kiesewalter, Nikolai Panitkov, Igor Makarevich, Elena Elagina, Sergei Romashko y Sabine Hänsgen.

Inspirados por el trabajo y el pensamiento zen de Cage, realizaron este performance en el que convocaron a múltiples artistas y amigos para participar como testigos de la acción —incluso recolectaron sus firmas como prueba de sus asistencia. Así, la contemplación se convirtió en un aspecto clave. Siguiendo una serie de instrucciones, la pieza consistió en un paseo por las orillas de un campo, donde dos de los artistas desaparecían hasta hacer del paisaje una puesta en escena natural. La (des)aparición, entonces, daba lugar a los sonidos del entorno.

Andrei Monastyrsky, Appearance, (1976). Tomada de Tranzit

Andrei Monastyrsky, Appearance, (1976). Tomada de Tranzit

 

6. Tríptico homenaje a John Cage (1976), de Kazuya Sakai

A partir de su viaje a Estados Unidos, el pintor argentino de origen japonés, Kazuya Sakai, integró a su producción la influencia de la vanguardia artística del país norteamericano. Con esta referencia como punto de partida, generó una serie de obras que rinden homenaje a músicos de la escena experimental como John Cage. Así, utilizó el lenguaje de la música y lo sonoro como principal motor de su obra plástica. En Tríptico homenaje a John Cage, Sakai diseñó el espacio como si se tratara de un pentagrama, con una composición a manera de partitura pero con trazos ondulados.

Kazuya Sakai, Renga IV, (1976).

Kazuya Sakai, Renga IV, (1976).

 

7. Beach Bird for Camera (1992), de Merce Cunningham

 De todas las colaboraciones que Merce Cunningham realizó a lo largo de su vida, sólo una de ellas fue la que tuvo mayor impacto en su trabajo: la que sostuvo con John Cage, quien fuera su pareja sentimental y profesional por más de 50 años. Se desafiaron uno al otro desde sus respectivas disciplinas. Pero fue el artista y compositor el que influyó de sobremanera al coreógrafo, sobre todo con respecto a la relación entre la música y la danza.

Dos de las aportaciones que Cage hizo a la obra de Cunningham tienen que ver con la noción del “evento” y con el budismo zen. En 1995 el también bailarín declaró al programa Seven Arts que Cage fue el responsable de este método que se trata “de considerar todo tal como es, en el espacio y en el tiempo, y no a partir de sus relaciones —reales o simbólicas— con otras cosas […]” La idea provenía, por supuesto, de la filosofía zen, basada en la intuición y la espontaneidad.

Si bien fueron innumerables piezas en las que ambos creadores colaboraron juntos, fue en Beach Bird for Camera donde estos conceptos se sintetizan con mayor contundencia. Se trata de una adaptación en video de una puesta en escena, un evento en el que el silencio ocupa el espacio, mientras que la música dirige los movimientos del cuerpo. La coreografía estuvo a cargo de Cunningham y la música fue una composición original de Cage.

 

 

8. Mapping the Studio II with color shift, flip, flop, & flip/flop (Fat Chance John Cage) (2001), de Bruce Nauman

¿De qué manera influyó John Cage en una de las obras más importantes de Bruce Nauman relacionada con la mirada y la vigilancia? La respuesta tiene que ver con la filosofía zen y las prácticas performáticas del autor de 4’33’’. El video Mapping the Studio II muestra la solitud del estudio de Nauman, donde sólo se pueden ver —eventualmente— a un gato y a un ratón ocupando la quietud del tiempo y el espacio. Por varios meses, durante una hora cada noche, el artista grabó este lugar hasta lograr juntar 42 horas de grabación con largos períodos en los que no pasa absolutamente nada.

Frente a las pantallas el espectador se convierte en un voyeur que contempla en calma. En una entrevista para la Tate, Nauman explicó que los performances de Cage, sin una narrativa definida y con una estructura muy reflexiva sobre el tiempo (herencia del pensamiento zen), influyeron de sobremanera en la presentación de este video. Asimismo, recordó que el sonido ambiental —con los efectos incontrolables causados por el gato—, podían ser comprendidos como un dispositivo al estilo Cage.

Por su parte, la expresión Fat Chance John Cage en el título está relacionada con la oportunidad que, en alguna ocasión, Nauman tuvo para realizar una obra basada en el compositor.

Bruce Nauma, Mapping the studio II, (2001). Tomada del sitio oficial del Museo Tate

Bruce Nauman, Mapping the studio II, (2001). Tomada del sitio oficial del Museo Tate

 

9. Cage (1 – 6) (2006), de Gerhard Richter

Aunque a primera vista las pinturas no detallan una referencia directa, el legado de Cage está presente de una forma poética. En una plática con el curador Hans Ulrich Obrist, Gerhard Richter declaró que escuchaba la música de Cage mientras pintaba esta serie en su estudio de Londres. Entonces, la frase del compositor “[n]o tengo nada qué decir y lo estoy diciendo”, resonó en su mente para convertirse en el motor de Cage (1 – 6).

Así, Richter comprendió su necesidad de expresarse sin tener nada concreto que enunciar. Y a pesar de que se dejó llevar por la música, considera que las pinturas de esta serie no son producto del azar y la intuición que solían guiar a Cage. La composición, si embargo, deja ver sutiles gestos plásticos en consonancia con el ritmo sonoro y del silencio.

Gerhard Richter, Cage 1 - 6, (2006). Tomada del sitio oficial del Museo Tate

Gerhard Richter, Cage 1 – 6, (2006). Tomada del sitio oficial del Museo Tate

 

10. 4:33 (2011-13), de Manuel Rocha Iturbide

El trabajo de Manuel Rocha Iturbide toma como punto de partida la obra silenciosa 4’33’’ de John Cage. La instalación sonora funciona como la antítesis de aquel trabajo, en la que se recolectaron canciones de múltiples géneros musicales, condicionadas por su duración: cuatro minutos y treinta y tres segundos.

El concepto del azar de Cage es retomado para la selección de estas piezas musicales, que resulta en una mezcla sonora continua que intenta alcanzar la posibilidad de llegar al sonido blanco, el ruido total y homogéneo.

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Manuel Rocha Iturbide, 4’33» (2013).

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[12 de agosto de 2015]

 

 

 

 

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