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Biocouture, Chaqueta Biocouture (2010)
Susanne Lee y su textil de bacterias
Biocouture, Chaqueta Biocouture (2010)
Biocouture, Chaqueta Biocouture (2010)
Guy Ben-Ary, Kirsten Hudson y Mark Lawsonn-Potentia (2007), de Guy Ben-Ary, Kirsten Hudson y Mark Lawson, In-Potentia (2007)
Guy Ben-Ary, Kirsten Hudson y Mark Lawsonn-Potentia (2007), de Guy Ben-Ary, Kirsten Hudson y Mark Lawson, In-Potentia (2007)
Guy Ben-Ary, Kirsten Hudson y Mark Lawsonn-Potentia (2007), de Guy Ben-Ary, Kirsten Hudson y Mark Lawson, In-Potentia (2007)
David Benqué, Acústica botánica (2010)
David Benqué, Acústica botánica (2010)
Christina Agapakis y Sissel Tolaas, Queso Selfmade (2013)
Christina Agapakis y Sissel Tolaas, Queso Selfmade (2013)
Alexandra Daisy Ginsberg y James King, E.Chromi (2009)
Alexandra Daisy Ginsberg y James King, E.Chromi (2009)

Diseño de materia viva: 5 proyectos que desafían las ideas de naturaleza

19.08.2014

El año pasado una graduante del Royal College of Arts, Agatha Haines, presentó su propuesta de biología sintética. Todo el asunto recordaba a la creación del personaje Frankenstein: era una exploración del uso de células animales para imprimir, en 3D,  nuevos tipos de órganos que podrían ser implantados en los humanos para prevenir ataques cardiacos. Circumventive Organs ilustraba la alternativa de órganos híbridos que podrían salvar vidas.

Como éste han surgido otros casos asombrosos de la arena de artistas y diseñadores autónomos, aliados con científicos fuera del alcance institucional. Prácticas colaborativas que buscan apropiarse de las tecnologías de laboratorio y desafiar las ideas sobre nuestra naturaleza, que en los últimos 50 años han cambiado dramáticamente. Avances en genética y biología molecular han potenciado la capacidad humana de diseñar y modificar a las formas vivientes. Algunos nombres de las disciplinas creativas han utilizado estos desarrollos en biotecnología, biología sintética y vida artificial para transformar objetos inanimados y autónomos en criaturas vivientes, confrontando dilemas éticos, políticos y sociales. Es por eso que seleccionamos 5 proyectos de diseño de materia viva:

 

1. In-Potentia (2007), de Guy Ben-Ary, Kirsten Hudson y Mark Lawson

Un experimento especulativo y tecnocientífico desarrollado por los artistas Guy Ben-Ary y Kirsten Hudson, en colaboración con el investigador Mark Lawson, para problematizar las fuerzas cambiantes “que gobiernan y determinan la vida, la muerte y la identidad”, según afirman en su sitio web. Se trata de un material no vivo pero “no del todo muerto”; algo como un embrión hecho de material animado e inanimado presentado a través de la estética steam punk, el retrofuturismo y la parafernalia científica del siglo XVIII.

En el experimento se usó la tecnología llamada Induced Pluripotent Stem Cell Tecnology (iPS) para reprogramar las células de un prepucio. Es a través de esto que Ben-Ary y Hudson se encargaron de transformarlas en neuronas. Así, el resultado es una suerte de cerebro biológico que se mantiene en forma dentro de una incubadora. Además, «habla»: su actividad neurológica fue registrada y traducida en sonidos.

Cuerpo-potencia

 

 2. E.Chromi (2009), de Alexandra Daisy Ginsberg y James King

En colaboración con científicos y alumnos de la Universidad de Cambridge, los diseñadores Alexandra Daisy Ginsberg y James King modificaron —a través de ingeniería genética— diversas bacterias para que fueran capaces de secretar pigmentos de colores detectables a simple vista. Para lograrlo, el equipo diseñó secuencias estandarizadas de ADN, conocidas científicamente como BioBricks, y las insertaron en cultivos de bacteria E. Coli. Cada BioBrick contenía genes de organismos provenientes de los diferentes reinos de la vida, lo que permitió a las bacterias producir diferentes colores: rojo, amarillo, verde, azul, café y violeta.

El objetivo del proyecto es lograr combinar los BioBricks de E.Chromi con otros para ser programados con funciones útiles, como indicar a través de la coloración de la bacteria si un pozo de agua es potable o contiene alguna toxina.

Cuerpo-ehcromi

 

3. Acústica botánica (2010), de David Benqué

Por medio de la ingeniería genética, David Benqué diseñó el prototipo de una serie de plantas y frutos que son capaces de producir sonidos. El proyecto busca explorar nuestra relación cultural y estética con la naturaleza, así como proponer debates en torno al futuro de la biología sintética como una herramienta que puede ser utilizada con fines irracionales y estéticos.

Junto con un equipo de asesores científicos de la Universidad de Harvard y de la División de Biociencias Moleculares del Imperial College de Londres, el diseñador francés estudió los efectos que diferentes cambios biológicos podrían tener sobre las plantas para generar diferentes sonidos ¿naturales? El fruto String-Nut, por ejemplo, tiene una cáscara hueca y perforada que funciona como caja de resonancia de sonidos provocados por los insectos al masticar la pulpa dulce en el interior de la nuez. Al masticar, los insectos accionan una serie de fibras que funcionan como cuerdas sonoras. Y al terminarse la pulpa, el fruto arroja una semilla para germinar la tierra y dar vida a una nueva planta. El propósito de Benqué es realizar experimentos para que, por medio de biología sintética, los árboles sean capaces de dar este tipo de frutos, con sonidos tan variados como el tamaño de su cáscara. Otro ejemplo es el Agrobacterium modificado, una planta que podría ser capaz de digerir azúcares y nutrientes para generar parásitos con un gas que produce sonidos como si se trata de un globo.

Cada uno de los experimentos son proyectados en la instalación Acústica botánica, que muestra con luces y gráficos abstractos, así como con información concreta, los datos de manipulación de las plantas.

 

4. Chaqueta Biocouture (2010) de Biocouture

Una de las piezas más estéticas y funcionales del laboratorio de diseño de Suzanne Lee es la chaqueta creada con textiles hechos de celulosa, producto de la fermentación de bacterias y té verde. Luego del proceso de materialización de la tela, que tardó varios días, fue confeccionado en una forma práctica que, sin embargo, parece formar parte de una colección de alta costura por su extraña textura y transparencia.

Técnicamente Lee alimenta a sus organismos vivos con azúcar para producir la fibra textil. El siguiente reto al que se enfrentará, junto a su equipo de científicos, será poder diseñar al organismo para tener mayor  control de la calidad y la textura del mismo. Hasta ahora el material resultante es parecido al cuero vegetal.

Ante estos nuevos experimentos, parece que las grandes compañías de moda no serían intimidadas por este complejo proceso. Pero del lado de la concientización, el ahorro en términos de agua sería impactante. Pero Biocouture es apenas el comienzo para la diseñadora e investigadora de Central Saint Martins, quien sólo ha tomado a la moda como medio para una investigación mayor. Por trillado que suene, su verdadero proyecto es el de un proceso de diseño que trascienda disciplinas por un mundo mejor.

Cuerpo-chaqueta

 

5. Queso Selfmade (2013), de Christina Agapakis y Sissel Tolaas

¿El conocimiento y la tolerancia de los cultivos de bacterias en los alimentos puede mejorar la tolerancia de las bacterias en nuestro cuerpo? Para la diseñadora Christina Agapakis, el valor cultural de la antisepsia —como mecanismo de defensa frente al mundo biológico omnipresente— es sinónimo de la muerte sensorial. Así, con el objetivo de demostrar las redes biológicas entre el cuerpo humano y la comida —específicamente en relación con los olores—, Agapakis, en colaboración con la artista y científica Sissel Tolaas, diseñó Selfmade, un queso que retrata la composición microbiana de un individuo.

A través de métodos propios de la biología sintética, Agapakis y Tolaas crearon un conjunto de quesos elaborados con bacterias del cuerpo humano. Las bacterias de las axilas, los pies, las manos y la nariz de Olafur Eliasson, Hans Ulrich Obrist y el chef Michael Pollan, entre otros artistas, antropólogos y científicos, fueron inoculados en leche pasteurizada y se incubaron a 37ºC durante todo la noche. El producto resultante (cuajada) fue posteriormente presionado para dar formar al queso. Al igual que el cuerpo humano, cada queso de Selfmade (el proyecto cuenta con once en total) tiene un conjunto de microbios y un olor únicos.

Cuerpo-queso

 

 


[19 de agosto de 2014]

 

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