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Diane Arbus. Tomada de Getty Images.

La fotografía de Diane Arbus presente en el MALBA

Reseña 07.09.2017

Tania Puente

Lo disidente y anormal juega un papel crucial en los retratos que Diane Arbus dejó como legado de su trabajo y que se exhiben en esta muestra fotográfica.

El Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA) presenta la muestra Diane Arbus. En el principio. Compuesta por cerca de 100 fotografías, esta exposición monográfica despliega las primeras indagaciones de Arbus en lo que terminaría por consolidarse como su poética visual de lo abyecto e íntimo. Las imágenes, tomadas entre 1956 y 1962 —principalmente en un formato de 35mm—, dan cuenta del interés de la artista por hallar el misterio humano en el anonimato y en el encuentro fortuito. La curaduría estuvo a cargo de Jeff L. Rosenheim, quien dirige el Departamento de Fotografía del Metropolitan Museum of Art (MET), institución que resguarda el Archivo Diane Arbus, fondo del cual provienen la mayoría de las obras. El MALBA es la tercera parada de esta muestra itinerante, cuyos destinos fueron con anterioridad The Met Breuer, en 2016, y el San Francisco Museum of Modern Art a comienzos de 2017.

La propuesta curatorial de Rosenheim no pretende articular las obras seleccionadas en núcleos o de acuerdo a temáticas. Dispone las imágenes en orden cronológico, pero esta decisión no busca ilustrar una concepción progresiva del trabajo de Arbus. Por el contrario, la idea rectora se centra en la evocación de principios, desde su singularidad, sin un hilo conductor que direccione su potencial discursivo.

El texto curatorial y siete fotografías reciben a los visitantes en una primera sala. Éstas son representativas de las peculiaridades de los individuos retratados, quienes transitaban y vivían las calles de Nueva York a mediados del siglo XX, en la era de la posguerra. El retrato de un niño con la cara pintada de negro se coloca de manera adyacente al de un transformista en su camerino. El impulso por ser otro se cuela entre los gestos de los fotografiados, un hallazgo que obsesivamente repetía Arbus por medio de sus caminatas y trayectos, hasta que descifraba una nueva lógica protagonista y sigilosa en las imágenes que capturaba.

Diane Arbusen. Fotografía transporte.

Diane Arbus, Mujer en un colectivo, Ciudad de Nueva York, (1957). The Metropolitan Museum of Art © The Estate of Diane Arbus, LLC.

Es en la segunda sala donde se emplaza el cuerpo de obras de En el principio, la museografía se torna apabullante: un bosque de estrechos paneles que van de piso a techo se erigen de manera laberíntica, cada uno de ellos exhibiendo, en cada frente, una de las fotografías de la artista norteamericana. La tenue iluminación y su direccionamiento específico a cada obra crean un ambiente fantasmagórico en el que los tránsitos de los visitantes quedan velados en su cruce por los pasillos que se abren con esta disposición. Esas mismas divisiones y ocultamientos propician una atmósfera íntima, así como un encuentro particular y directo con cada una de las imágenes, casi repentino, pero también obligado, propiciando un recorrido rítmico y paralelo.

¿Por qué Rosenheim propone leer la selección de fotografías como un conjunto de principios? Además de la clara alusión a los primeros ensayos de Arbus, alejados de la fotografía comercial, ¿es ésta una estrategia para soslayar la calidad de las imágenes? Es evidente que no todas las fotografías que conforman la exposición son excepcionales; la notoriedad del granulado en sus texturas refuerza su carácter de intento.

Antes de perfilar su carrera hacia una exploración individual a través de la cámara, Diane Arbus trabajó junto con su marido, Allan, en un estudio fotográfico especializado en moda. Ella dirigía las tomas y desempeñaba la labor de estilista, mientras que él se encargaba de realizar las tomas. Las fotografías que ambos realizaron fueron publicadas en revistas como Vogue y Harper’s Bazaar. De colaborar con modelos coreografiadas y estilizadas, su mirada se volcó hacia el margen. Aquello que pudiera imaginar como disidente, anormal y excluido lo enlistaba en sus anotaciones personales y lo repetía como mantra, dotando esos deseos visuales de una potencia irreductible. Los individuos que aparecen en las fotografías de Arbus encapsulan escenas atípicas, extraordinarias, regidas por sus miradas directas y certeras.

Si fuera posible clasificar las imágenes de En el principio, éstas se posicionarían en dos categorías: retratos ambientados en lo cotidiano y registros de actos performáticos e histriónicos. Las imágenes de las personas en la calle son atisbos de su circulación, con un destino que anticipa su llegada. Sus expresiones son taimadas, sostenidas, apacibles. Por el contrario, las fotografías de espectáculos y actos de lo exótico y lo monstruoso están signadas por el movimiento, gesticulaciones bruscas que definen el dinamismo de su universo visual. ¿Es posible pensar aún en los sujetos de la fotografía de Arbus como grotescos, como un señalamiento de la anomalía? Quizás uno de los principios de la muestra sea la celebración de la disidencia de estos seres humanos, sin condescendencia ni morbo alguno.

Diane Arbusen. Hombre en automóvil.

Diane Arbus, Taxista al volante con dos pasajeros, Ciudad de Nueva York (1956). The Metropolitan Museum of Art © The Estate of Diane Arbus, LLC. Todos los derechos reservados.

En el principio también le da lugar de exhibición a tomas experimentales, poco conocidas y menores. Arbus solía fotografiar las pantallas de las salas de cine y de la televisión. Volvía a capturar esas escenas íntimas o mórbidas, en ese instante magnificadas y públicas, como una operación que terminaba por devolverles intimidad al cambiarlas de formato. Las figuras de cera de personajes famosos, resguardadas en museos turísticos, aparecían frente a su lente como la posibilidad de abordar el horror, la sangre falsa y la muerte: la visceralidad sólo tenía lugar, en ese momento, en lo objetual.

Más allá de recorrer la carrera de Arbus, la curaduría desde el MET tiene una clara intención por mostrar y hacer circular su acervo, así como difundir las fotografías tempranas de la artista. Se parte desde su mito para darle mayor protagonismo a las imágenes soslayadas. Si bien el abordaje curatorial desde lo contemplativo favorece una visita centrada en las imágenes, en el montaje no se proveen las herramientas contextuales necesarias para el público que no conoce su obra —esto es, recursos didácticos que pongan en contexto su producción, tanto en su época como con sus contemporáneos y su relevancia posterior.

La muestra Diane Arbus. En el principio podrá visitarse del 14 de julio al 9 de octubre de 2017.

Tania Puente

Es investigadora y crítica de arte. Actualmente cursa la maestría en Curaduría en la UNTREF, Buenos Aires, Argentina.

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