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Reseña: De tal padre tal hijo, de Hirokazu Koreeda

23.01.2014

De tal padre tal hijo (Soshite chichi ni Naru) cuenta la historia que viven Ryota Nonomiya (Masaharu Fukuyama) y su esposa Midori (Machiko Ono) luego de enterarse de que su hijo de 6 años, Keita (Keita Ninomiya), no es su hijo biológico. Por un error en el hospital su hijo verdadero, Ryusei (Shôgen Hwang), ha sido entregado a los Saiki. Así, la novena cinta de Hirokazu Koreeda, uno de los directores japoneses contemporáneos más aclamados, reflexiona en torno a las relaciones familiares, la contemporaneidad japonesa y el mundo infantil.

Para comprender el significado de la paternidad, Ryota debe considerar los lazos sanguíneos y enfrentarlos a los sentimientos que ha desarrollado por Keita. Koreeda cuestiona la vigencia del conflicto cultural entre tradición y modernidad con la que se asocia a la sociedad nipona. De esta manera, la película resuelve emotivamente si la fidelidad al vínculo genético es o no un asunto pasado de moda.

Reconocido por su interés en registrar el mundo infantil, el director japonés —que ha desarrollado una gran sensibilidad como documentalista— permite que los niños improvisen durante el rodaje para que los actores adultos puedan reaccionar ante ello, también de manera improvisada. El resultado de esta fusión entre espontaneidad e imágenes estéticamente potentes, así como el cuidado de los detalles de las escenas, el montaje y la música, logra que la película proyecte una historia conmovedora al tiempo que reflexiona sobre las posibilidades fílmicas. Un microcosmos audiovisual.

A decir del propio Koreeda, la construcción de las familias tan dispares que aparecen en la cinta está basada en sus propias experiencias. Por un lado se muestran el orden, el equilibrio y las buenas maneras de los Nonomiya; por otro, la naturalidad, la soltura y la calidez de los Saiki. Mientras tanto, los intérpretes infantiles destacan por encarnar una personalidad completamente acorde con sus pequeñas historias de vida. Los objetos, los  juegos, las miradas, los movimientos, los gestos, la manera de hablar y de dirigirse a los adultos, tejen un cúmulo de imágenes que ponen de manifiesto los ingredientes que el director promueve como base de su obra: la observación, la memoria y la imaginación.


Jessica Fernanda Conejo es doctorante en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM y miembro del Seminario Universitario de Análisis Cinematográfico.

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