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Daniel Garza-Usabiaga: Nuevas perspectivas para el Chopo

Entrevista 10.07.2013

Como nuevo curador de artes visuales en el Museo Universitario del Chopo, Daniel Garza-Usabiaga nos habla acerca de sus propuestas para ese espacio y nos da su opinión acerca del arte actual en México.

Después de varios años como curador del MAM, te mudas al Museo Universitario del Chopo. ¿Cómo se ha desarrollado esta transición, tomando en cuenta que los dos espacios tienen vocaciones muy diferentes?

Si, los dos tienen enfoques completamente distintos; no obstante, en mi estadía en el MAM trabajé con un grupo de curadores como Jesús Ortega, Víctor Palacios y Graciela Kasep, y el museo estuvo muy abierto a experimentar y explorar temas de la modernidad que no se habían analizado anteriormente; en ese sentido tiene relación con el Chopo. Obviamente el Chopo está más orientado al arte contemporáneo, pero este periodo de investigación abierta y experimental en el MAM bajo la dirección de Osvaldo Sánchez podría considerarse una transición.

Comenzaste tu etapa en el Museo del Chopo con una exposición dedicada a Helen Escobedo y otra sobre Arte y Animación, dos perspectivas diferentes del lenguaje artístico contemporáneo. ¿En qué dirección apunta tu propuesta curatorial para este espacio?

La exposición de Helen Escobedo busca mostrar al público la colección del Chopo. Tomamos dos piezas de Helen Escobedo —son maquetas de esculturas monumentales— y pedimos obra a los herederos de la artista para contextualizarlas. Es una propuesta para dar visibilidad al acervo del museo y para sistematizar la investigación acerca del mismo.

Iniciamos con una exposición colectiva de arte y animación que incluía a artistas mexicanos y extranjeros, y ése es un perfil que queremos seguir, un poco para desestabilizar la constitución de lo contemporáneo a través de un diálogo con piezas históricas —principalmente modernas— y para poner en diálogo a artistas nacionales y extranjeros.

Otra propuesta es establecer un diálogo entre las exposiciones que se alojan en el museo. Es el caso de la exposición retrospectiva de Zalathiel Vargas, quien  ha estado trabajando desde los años 70 en el cómic underground, que rompe con los esquemas narrativos, temáticos y espaciales del comercial. Aborda temas sociales y políticos y tiene una imaginería relacionada con la psicodelia y la pornografía; además, las secuencias de las viñetas no responden al acomodo lineal de los cómics comerciales.

Estas dos exposiciones estaban en diálogo; ambas tienen que ver con prácticas no tan institucionales del arte. Queremos hacer estas líneas de investigación entre exposiciones colectivas e individuales.

También tenemos proyectos individuales de Ulises Figueroa y Javier Hinojosa. Nos importa dar un lugar a este tipo de artistas locales que tienen una producción avanzada y una propuesta fuerte de investigación.

El proyecto de Ulises está en la galería central, el único lugar que no fue intervenido por Enrique Norten y que conserva intacta la arquitectura original del edificio. Este espacio estará dedicado a proyectos que revisan la historia arquitectónica y el contexto urbano del museo. Ulises investigó la prehistoria del edificio, que fue el primer museo de historia natural que hubo en el país.

El proyecto de Javier está en la galería Arnold Belkin, donde queremos hacer proyectos donde se haga visible el proceso de investigación y producción de las piezas. Javier parte de una investigación sobre dinámicas urbanas en la colonia Santa María la Ribera.

¿Cuáles son las características del espacio —relacionadas con su vocación y su ubicación— que quisieras rescatar o explotar para propiciar un vínculo más participativo con el público?

Este museo es bastante particular, no es comparable con otros museos de la ciudad. La primera razón es su ubicación: no está ubicado en un circuito turístico como los museos de Chapultepec o dentro de la universidad como el MuAC. El Chopo está enclavado en una colonia y eso lo convierte en un referente para la gente de la Santa María y de las colonias cercanas: la San Rafael, la Guerrero, la Tabacalera. El Chopo funciona también como centro cultural: tiene funciones en el Cinematógrafo, eventos escénicos, conciertos obras de teatro y presentaciones de libros que atraen un público continuo de la zona. Además, hay un programa de cursos y talleres que recibe a más de mil personas a la semana. El museo tiene una vida muy activa y es un factor que tenemos muy presente al definir el carácter de las exposiciones.

Hace un par de años presentaste en el MAM Diferencia y continuidad en el arte moderno mexicano, exposición que buscaba ofrecer un panorama analítico sobre el arte en México durante parte del siglo XX. La muestra nos viene a la mente con respecto a las lecturas curatoriales —generalmente temáticas y cronológicas­­— que se realizan para “explorar” el arte de nuestro país. ¿Crees que exista una especie de vacío o huecos en las lecturas que se desarrollan en el arte contemporáneo en su dimensión nacional?

No creo, y creo que es difícil comparar los dos ejercicios. Con el arte moderno hay una zona de confort que se llama distancia histórica, distancia temporal, que te permite tener mayor espacio para analizar las cosas; hay más fuentes y más documentos. En esa exposición interpreté el material histórico con referencias del presente, con ciertas preocupaciones que tienen que ver con condiciones actuales. En el arte contemporáneo no hay esa distancia histórica, o por lo menos es muy corta y no te permite ver las cosas desde lejos. En una curaduría de arte contemporáneo estás lidiando con un asunto enclavado en el presente, con algo que se está debatiendo. Es muy distinto a hacer una revisión histórica. Es demasiado pronto para hacer una historiografía del arte contemporáneo de la última década. Hacer historiografía de algo tan reciente, a mi parecer, puede desembocar en problemas, en mitificaciones y exclusiones que se van a perpetuar si en unos años alguien retoma tu investigación. Es muy pronto para hacer historiografía del arte contemporáneo; a mí no me interesa en lo más mínimo.

¿Cuál es tu opinión con respecto a la labor actual de los museos de arte en México?

La labor de los museos en México es muy buena, la diversidad es mucha, todos tienen una oferta muy nutrida e interesante, cada uno desde su vocación.

Esto sucede en pocas partes del mundo. Cada vez más hay una preocupación por profesionalizar los contenidos de los museos; hay más trabajo con académicos para que los contenidos tengan mejor calidad. Hay mucha gente involucrada para que las exposiciones se vuelvan eventos que incluyan espacios educativos para propiciar reflexión, para enriquecer la experiencia y para vincular al público.

En México algunos museos han optado por la compra de exposiciones espectaculares, en la mayoría de las veces aquellas conocidas como blockbuster. Su éxito está prácticamente garantizado, pero la experiencia puede transformarse. ¿Cuál es tu postura con respecto a este tipo de exposiciones?, ¿las consideras necesarias, útiles —en algún sentido— o lo contrario?

Tienen que suceder, porque representan oportunidades para ver obra de artistas que de otra forma no se podrían ver en México. La mayor parte de estas obras que se compran a museos extranjero son de artistas internacionales; de otra forma sería muy difícil armar exposiciones monográficas de ese tipo en México. Dos ejemplos son las muestras de Carlos Cruz Diez o de Cildo Meireles en el MuAC.  Estas exhibiciones son necesarias en algunos casos, lo que no es válido es que un museo base toda su programación en ellas, pues el museo tiene que ser visto como parte de una “industria de la conciencia”: tiene la responsabilidad de conservar, exhibir y salvaguardar obra artística, pero también de generar conocimiento. México tiene las condiciones suficientes —insituciones educativas, posgrados— para generar profesionales que generen este conocimiento.

Has realizado curadurías de arte moderno, contemporáneo e incluso urbano para diferentes espacios, desde museos hasta ferias de arte. ¿Cómo concibes el ejercicio curatorial —y la figura del curador— en la actualidad y con respecto a la escena del arte en México?

Creo que el curador es la persona responsable de articular estos discursos que pretenden producir conocimiento a través de perspectivas y lecturas razonadas sobre asuntos específicos. El curador es el intermediario entre la obra artística y el público; debe ver la forma de presentar dicho conocimiento al público de la forma más accesible. En este sentido, la labor curatorial consiste en articular un discurso en el espacio, un discurso que encierre una perspectiva particular sobre algo.

México es una escena con muchos curadores y con múltiples perspectivas. Lo interesante de ello es que la mayor parte tiene una línea de trabajo muy clara y eso vuelve a México un sitio muy particular. Buenos ejemplos son Cuauhtémoc Medina, Sol Henaro, Willy Kautz. Lo interesante es que cada uno tiene una línea de investigación consistente y eso enriquece el panorama del arte en México, en especial en la capital, porque todo este ejercicio está muy centralizado.

Recientemente publicaste Mathias Goeritz y la arquitectura emocional. Una revisión crítica (1952-1968). ¿Cómo inició tu acercamiento a la obra de este gran artista y arquitecto, y qué te deja después de cinco años de investigación exhaustiva?

No fue tan exhaustiva (risas). Fue un periodo de cinco años pero inició como una investigación académica mucho más extensa; durante el último año y medio lo reescribí para que fuera publicado como libro.

Goeritz me interesaba para analizar los cambios que se dieron en el arte moderno mexicano en las décadas de los 50 y 60. Fue un cambio general e institucional en el que, del arte figurativo con contenido social y retórica nacionalista se pasó a un arte no figurativo y vinculado a otras prácticas en distintas partes del mundo. Goeritz es uno de los casos más emblemáticos para puntualizar este cambio, pues es partícipe y hasta motor de estas transformaciones.

El libro no analiza su producción completa —no tiene esa pretensión—, sino que analiza dos décadas en las que hubo muchas transformaciones sociales y políticas en el país, que pueden revisarse a través de los proyectos de Goeritz.

www.chopo.unam.mx


[10 de julio de 2013]

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