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Roman Signer, Ocho sillas (Acht Stühle), 2012. Obra adquirida por el Programa de Adquisición 2012 del INBA
Mario García Torres, Breve historia del legado de Jimmie Johnson, 2007. Obra adquirida por el Programa de Adquisición 2012 del INBA. Cortesía del artista y de Proyectos Monclova
Mario García Torres, Breve historia del legado de Jimmie Johnson, 2007. Obra adquirida por el Programa de Adquisición 2012 del INBA. Cortesía del artista y de Proyectos Monclova
Mario García Torres, Breve historia del legado de Jimmie Johnson, 2007. Obra adquirida por el Programa de Adquisición 2012 del INBA. Cortesía del artista y de Proyectos Monclova
Christian Jankowski, Monumento a la clase burguesa trabajadora, 2012. Obra adquirida por el Programa de Adquisición 2012 del INBA. Cortesía de la SAPS
Simon Starling, Proyecto para una escultura pública temporal (Hiroshima), 2009. Obra adquirida por el Programa de Adquisición 2012 del INBA. © Cary Whittier. Cortesía del artista y de Casey Kaplan NY
Marcela Armas, Circuito Interior, (2008). Obra adquirida por el Programa de Adquisición 2012 del INBA. Cortesía de la artista
Marcela Armas, Circuito Interior, (2008). Obra adquirida por el Programa de Adquisición 2012 del INBA. Cortesía de la artista
Teresa Margolles, Muro baleado, 2009. Obra adquirida por el Programa de Adquisición 2011 del INBA
Teresa Margolles, Muro baleado, 2009. Obra adquirida por el Programa de Adquisición 2011 del INBA

El coleccionismo de los museos del Estado mexicano, sin rumbo

Reporte 24.03.2014

Los gobiernos mexicanos recientes han atendido con reservas al arte. Prueba de ello es que no han elaborado políticas públicas ni programas sólidos para los acervos artísticos de los museos del Estado. El resultado: el patrimonio cultural queda en manos de coleccionistas privados y extranjeros, impidiendo que esté al alcance del público de nuestro territorio.

Los museos del Estado en México adolecen de políticas para estimular su coleccionismo. Algunas de las razones: carecen de fondos económicos fijos, no tienen un proyecto a largo plazo ni un reglamento de procedimiento. Igualmente, muchos de los curadores desconocen las necesidades de los acervos. Pero no sólo eso. La información sobre las compras recientes del Estado es restringida y, en los últimos años, las adquisiciones parecen estar más relacionadas con los tiempos políticos que con propósitos artísticos.

A decir de historiadores y curadores, las colecciones de los museos públicos dependen en gran medida de donaciones de particulares, lo que provoca que no tengan un crecimiento coherente con miras hacia el futuro. «Durante el siglo XX los museos mexicanos no planearon sus colecciones de arte. De hecho, los acervos que tuvieron éxito no fueron resultado de un programa sistemático de adquisiciones o donaciones, mucho menos obedecieron a un plan más grande donde se incluyera a todos los museos nacionales», explica Ana Garduño, doctora en Historia del Arte por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Y añade: «En consecuencia, los espacios de exhibición para eso que hoy consideramos patrimonio artístico se han construido de manera aleatoria, producto de intervenciones culturales segmentadas, esporádicas e, incluso, discordantes».

Para la investigadora, las fallas en el sistema de adquisición provienen de las políticas culturales del régimen posrevolucionario, cuando el Estado favoreció la educación y la producción artísticas únicamente de la Escuela Mexicana de Pintura. En «Estrategias artísticas de apropiación con motivo de la inauguración del MUAC», la doctora menciona que, a pesar de la reforma donde se creó «un marco institucional de exhibición —el Museo Nacional de Artes Plásticas en 1947— el esquema de adquisiciones no varió: no se destinó presupuesto para el acopio de piezas reconocidas como emblemáticas ni se rediseñó el sistema jurídico-administrativo-fiscal para facilitar la entrega, en comodato o definitiva, de piezas aisladas o series sobresalientes que acrecentaran los acervos estatales».

James Oles —profesor asistente de Arte en el Wellesley College, especializado en arte mexicano— y Francisco Reyes Palma —historiador del arte, crítico, investigador y curador— coinciden al mencionar que una de las grandes fallas de las dependencias públicas culturales es que las adquisiciones de arte de los gobiernos son responsabilidad del Instituto Nacional de Bellas Artes. «Las políticas hacendarias», señala Reyes Palma, refiriéndose al programa Pago en Especie de la Secretaría de Hacienda, que desde 1975 recibe obras de artistas que de esta manera cumplen sus obligaciones fiscales, «no son capaces de conseguir obras de primer nivel».

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Mario García Torres, Breve historia del legado de Jimmie Johnson, 2007. Obra adquirida por el Programa de Adquisición 2012 del INBA. Cortesía del artista y de Proyectos Monclova

Colecciones de arte internacionales

La mayoría de los museos de Estados Unidos y Europa desarrolla esta labor en condiciones completamente distintas. Tiene fundaciones ex profeso para comprar obras de arte, reglamentos legalizados y curadores cuya única tarea es buscar piezas para formar un acervo con base en criterios estéticos e históricos.

En España, por ejemplo, el gasto público para comprar arte está regulado por la ley 16/1985 del Patrimonio Histórico Español y su real decreto III/1986, por la Ley de Mecenazgo y por la Ley de Contratos de Estado. Además, la gestión está sujeta a la revisión de organismos como la Junta de Calificación, Valoración de Bienes del Patrimonio Histórico Español, así como por la Intervención de Hacienda o la Abogacía de Estado. El primero es un órgano colegiado fijo, adscrito a la dirección de Bellas Artes y Bienes Culturales, integrado por curadores e historiadores de arte que deben valorar cualitativa y cuantitativamente los bienes artísticos que el Estado adquirirá para los museos.

Pilar Barraca, subdirectora de Protección de Patrimonio Histórico en España, subraya: «Para gestionar estas adquisiciones no sólo es necesario un presupuesto asignado, sino también que las instituciones públicas tengan una política coherente». Un caso exitoso: el Museo del Prado. Es uno de los recintos españoles cuyo acervo ha crecido considerablemente gracias a donaciones, herencias y legados, así como a un plan razonable y lógico. Asimismo, la Fundación Amigos del Museo ha jugado un rol importante. Recientemente, el museo compró Visita de la reina María Amalia de Sajonia al Arco de Trajano en Benevento, de Antonio Joli; Retrato ecuestre del duque de Lerma, de Rubens; Retrato de Jovellanos y Retrato de la Marquesa de Santa Cruz, ambos de Goya; y El vino de la fiesta de San Martín, de Pieter Brueghel.

Pero no es necesario mirar tan lejos para conocer colecciones públicas formadas por consensos históricos y estéticos. El MUAC inició la suya mucho antes de abrir sus puertas al público. Sol Henaro, curadora de la colección, entiende que las obras adquiridas se encuentran dentro de un marco que reflexiona respecto de un momento del arte mexicano: «Las políticas están detalladamente articuladas y toman en cuenta criterios cronológicos, geográficos e históricos, pero también los soportes y las técnicas con las que son elaboradas las obras».

Para ello, el museo colabora con la UNAM, organismos privados y recibe partidas económicas del gobierno. Este año sumó a su acervo 27 piezas con una inversión de poco más de 3 millones de pesos de la Cámara de diputados; por donaciones recibió 28 obras entre 2012 y 2013. «El proyecto del MUAC no tiene nada que ver con las ansias consumistas. Su propósito es crear un acervo artístico potente de carácter académico y público», afirma Henaro.

Para Oles, «una colección se forma con los años. Desafortunadamente, pocos curadores en México han entendido cómo comprar. El MUAC es una excepción porque tiene un programa congruente».

 

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Roman Signer, Ocho sillas (Acht Stühle), 2012. Obra adquirida por el Programa de Adquisición 2012 del INBA

 

Compras de pánico

En los últimos cuatro años el INBA ha conseguido que el gobierno otorgue recursos para comprar piezas de arte. Pero los apoyos varían drásticamente. En 2010 recibió 100 millones de pesos; en 2011, 16 millones; un año más tarde, 20 millones; mientras que en 2013 solamente 10 millones.

Hace cuatro años se formó un comité de selección, integrado por Consuelo Sáizar, en ese entonces presidenta del Conaculta; Teresa Vicencio, ahora exdirectora del INBA; y los académicos Ana Garduño, Renato González Melo, Jaime Cuadriello y Tely Duarte. No obstante, dos años más tarde el equipo cambió. Ahora figuran Mireya Escalante, directora de la Colección Isabel y Agustín Coppel; Eduardo Báez, especialista en arte de los siglos XVIII y XIX; así como los directores de los museos postulantes y un integrante del Fomento Cultural Banamex.

De esta manera, las adquisiciones del INBA son un acto desesperado por gastar recursos públicos. Para Oles, lo mejor sería establecer una cuota fija anual a cada museo y dejar que el curador de cada colección decida cómo y cuándo invertir: «El problema es que, para adquirir una pieza, hay que dedicar años de investigación y seguimiento. Y en México los museos tienen seis meses para gastar el dinero. Eso no sucede en Estados Unidos, donde hacerse de una obra de arte específica puede llevar cinco o diez años, hasta que ésta aparezca en el mercado. No se trata de ir a una tienda y comprar todo lo que se quiera».

Con los 100 millones de pesos de 2010, el INBA adquirió 2, 304 obras, de las cuales entregó mil 576 al Museo Nacional de Arte, 113 al Museo de Arte Moderno, 90 estampas de José Guadalupe Posada al Museo Nacional de la Estampa, cinco al Museo Tamayo Arte Contemporáneo y una al Museo Nacional de San Carlos. Además, ocho fotografías al Museo Mural Diego Rivera, una fotografía de Guillermo Kahlo al Palacio de Bellas Artes y 200 objetos del Fondo Villaurrutia a la Coordinación Nacional de Literatura.

Pero para los historiadores éste fue un ejercicio insulso. «Es difícil que un curador contratado para trabajar solamente durante un sexenio pueda formar una colección. En Estados Unidos o Europa toma hasta 20 años hacerlo. Los curadores necesitan tiempo y perspectiva para tomar buenas decisiones», opina Oles.

Por su parte, Reyes Palma menciona que «los procesos de adquisición deberían ser abiertos y, en cierto sentido, producto de una discusión pública». Sol Henaro piensa que tener un acervo ecléctico es sólo para coleccionistas privados. Pero las instituciones públicas corren el riesgo de caer en ese despropósito si no tienen una brújula que las oriente. Sin embargo, existen otros problemas. El INBA no puede participar en subastas nacionales o extranjeras. Tampoco puede adquirir obras en el extranjero o de particulares. A decir de Oles, estas políticas, que fueron hechas para evitar actos corruptos, no ayudan en nada, ya que «muchas de las mejores obras de arte mexicano se venden en Estados Unidos, y más baratas».

¿Cuál es la función de los acervos estatales? El artista Gabriel de la Mora contesta: «No existen programas para adquirir obras de artistas mexicanos jóvenes. Desde hace varios años el arte contemporáneo mexicano ocupa un lugar importante en el ámbito internacional, pero la mayoría se encuentra en colecciones privadas o extranjeras».


Reporte publicado en Código 79.


[24 de marzo de 2014]

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