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Still de Rush Hour, Luciana Kaplan, 2017. Tomada de Ambulante.

El largo camino a casa. Rush Hour

Reseña 10.05.2018

Manuel Guerrero

El largometraje «Rush Hour», muestra la realidad de tres individuos que ven afectada su vida personal por problemas de movilidad a su lugar de trabajo.

In time (2011) es una película que describe una sociedad distópica en la que el gen que permite el envejecimiento de los seres humanos ha sido desactivado. Cuando las personas cumplen veinticinco años, el proceso de envejecimiento se detiene, pero con un efecto adverso: un año después mueren de un ataque cardíaco fulminante. Los habitantes de este mundo llevan en su antebrazo izquierdo un reloj digital que marca una cuenta regresiva. Sin embargo, esto se puede combatir: las personas pueden «ganar» tiempo mediante el trabajo.

El problema radica en que el resto de la estructura económica funciona a través de la acumulación de tiempo: la adquisición de bienes y servicios se paga con tiempo, que se descuenta de los relojes que cada individuo lleva. A pesar de la reconversión social y económica, los problemas del capitalismo primigenio y del siglo XXI prevalecen: las personas con un poder adquisitivo elevado pueden vivir eternamente si así lo desean, mientras que la clase trabajadora lucha por pagar las necesidades cotidianas y no morir en el proceso literalmente.

Aunque esta película tome lugar en un futuro (cronológicamente) lejano, no es difícil ver que gran parte de nuestra existencia en el mundo contemporáneo atiende a este modelo: la adquisición de un objeto se basa en la cantidad de tiempo de nuestra vida que invertimos para conseguir el dinero necesario para pagarlo; la renta de un inmueble en una zona cercana a nuestro lugar de trabajo tiene como fin práctico salvar tiempo que se desperdiciaría en el transporte público tiempo que podemos invertir en un descanso profundo, en ejercicio, en una buena alimentación o cualquier otro propósito.

 

Still de Rush Hour, Luciana Kaplan, 2017. Tomada de Ambulante.

Dejando de lado a la ficción, esta misma coyuntura se plantea en su más cruda realidad en el documental Rush Hour de la directora Luciana Kaplan, mediante la narración de tres historias paralelas contadas por personas que se transportan en la Ciudad de México, Los Ángeles y Estambul para llegar a sus trabajos. El nombre de la película proviene del periodo de tiempo en el que con frecuencia se producen congestiones en materia de movilidad por la ciudad, principalmente por personas que se dirigen al trabajo o regresan del mismo.

Aunque la circunstancia del tiempo y el trabajo es común a los tres casos, el largometraje presenta las particularidades de la cultura y la economía propia de cada país: una vendedora en Estambul donde la mayoría de las mujeres no trabajan recorre una gran distancia para llegar a un trabajo con el que aspira conseguir el dinero suficiente para abrir su propio negocio, procurando no descuidar a su hija menor; en California, un ingeniero conduce alrededor de cuatro horas desde Huntington Beach para llegar a su empleo en Los Ángeles, situación que ha comprometido el desarrollo de su familia; y una estilista busca la manera de llevar a cabo sus actividades en la capital mexicana transportándose desde el Estado de México demarcación con los más altos índices de delincuencia y feminicidio a nivel nacional.

Las escenas en el transporte público y el tráfico en las autopistas revelan la insuficiencia de los proyectos de movilidad independientemente del país—, al tiempo en que señalan los efectos colaterales de un desarrollo urbano sin planificación. A pesar de que las ciudades en las que se desarrolla el filme se presenten mediáticamente como ejemplos en los que la calidad de vida es mejor en comparación con otras, la centralización de las ofertas de trabajo produce colapsos en el tránsito y, por ende, el aprovechamiento del tiempo. El ingeniero radicado en California, comenta mientras maneja en medio del tráfico: «Hoy pasé 5 horas en el coche, que en una semana son 25 horas. Y eso equivale a 52 días de mi vida por año que paso en el coche, en la autopista, luchando por ganarme la vida».

Still de Rush Hour, Luciana Kaplan, 2017. Tomada de Ambulante.

A pesar de que esta situación es tan vieja como la estructura capitalista, en nuestros tiempos se ha intensificado por la explosión demográfica y la ampliación de las ciudades. En las orillas de las grandes urbes, siguen creciendo los proyectos inmobiliarios que, por su costo, son una de las pocas opciones viable para las personas de un bajo poder adquisitivo. Sin embargo, los tiempos de traslado de la vivienda al empleo incrementan, pues muchas veces el trabajo aledaño a los hogares en las periferias no permite cubrir los aspectos más básicos, orillando a la gente a buscar una fuente de ingresos en otro lugar, incluso si eso implica acortar el tiempo de otras actividades. Vale la pena subrayar que este tiempo de traslado es un intervalo que no forma parte de las actividades laborales de manera directa, pero que le es inherente: si las jornadas laborales constan de 8 horas, a ellas se le debe sumar un «tiempo muerto» de 4 a 6 horas dedicadas al transporte de ida y vuelta al hogar, lo cual revela que más de 12 horas del día son dedicadas a la actividad remunerada.

Rush Hour no se limita a presentar las dificultades del transporte en la esfera pública, sino que también muestra algunos detalles de sus repercusiones en las relaciones interpersonales y familiares, así como en la salud de los individuos. Ser madre o padre en estas condiciones, por ejemplo, implica una reconversión de las actividades en las que lo demás obedece al a los horarios de trabajo, por lo que el fin de semana significa una ruptura en la que la disposición del tiempo es de cierto modo autónoma. Esto nos remite a las primeras manifestaciones que tuvieron como propósito una mejoría en las condiciones de trabajo: un esquema temporal que equilibrara las horas de descanso, las de recreación y las de la propia actividad laboral. Tal distribución nos permite reconocer una genealogía de la relación entre trabajo-tiempo que nos presenta el binomio como un fenómeno más complejo para la reflexión, pues dicha actividad no sucede al margen de las otras tareas, por más que sean consideradas «horas libres». Dar mantenimiento al hogar, reunirse con amistades o familiares es algo que pasa a segundo orden y en el contexto del filme representa menos de 10 minutos, una metáfora del poco tiempo que se tiene fuera del trabajo.

Still de Rush Hour, Luciana Kaplan, 2017. Tomada de Ambulante.

El caso de Turquía y México en el largometraje requiere una especial consideración debido a la cantidad de horas que se trabajan,1 las cuales para el 2016 rondaban entre las 51.2 y 48.8 horas por semana, respectivamente.2  En lo que concierne a México, la cifra contrasta con los sueldos pagados por dichas jornadas laborales, pues en promedio la remuneración es de 1.01 dólares por hora.3 Además de las consecuencias que estos factores implican en el poder adquisitivo de los trabajadores mexicanos, las horas invertidas en la actividad remunerada y el transporte pueden jugar un papel fundamental en el crecimiento de la depresión; enfermedad que, según datos de la CNDH, padecen cerca de 10 millones de mexicanos.4

Una cualidad interesante del documental es la omisión del nombre de las personas que compartieron su vida. En medio de una avidez por películas biográficas y bioseries con los que la historia de la persona se replantea como una novela—, Luciana Kaplan introduce historias reales en las que el protagonista no existe, pues las circunstancias son comunes a otros individuos.

A través de los recorridos diarios de cada una de las personas, Rush Hour estructura un testimonio global de las circunstancias que envuelven a la vida en las ciudades, convirtiéndose en un punto de partida para preguntarse por lo que sucede en zonas distantes a la organización urbana y por la misma condición individual que vivimos.

 

 

1.-  «El 29% de los mexicanos trabajan más de 50 horas a la semana (…). México ocupa el segundo lugar de una lista liderada por Turquía, donde el 43.3% de la población rebasa ese rango de horas laborales.» México, 2° país de OCDE donde la gente trabaja más de 50 horas por semana en Animal Político, Febrero 18, 2015. Consultado el 10 de mayo del 2018. Disponible en línea.
2.-  Basado en la infografía realizada por VoIP a partir de datos recopilados por distintas organizaciones.
3.-  México, el país con el salario mínimo más bajo en la OCDE en Forbes, Agosto 3, 2015. Consultado el 10 de mayo del 2018. Disponible en línea.
4.- Padecen depresión casi 10 millones de mexicanos, alerta la CNDH en Proceso, Abril 7, 2017. Consultado el 10 de mayo del 2018. Disponible en línea.

 

 

Manuel Guerrero

Ha participado en más de quince exposiciones colectivas y encuentros de arte sonoro en México, Reino Unido, Japón y España. A la par de la producción artística, ha escrito para más de doce plataformas dedicadas a la reseña y crítica de arte.

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