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Still de Güeros, de Alonso Ruizpalacios, 2014. Tomada de YouTube.

Paradojas y desventuras del cine mexicano

Opinión 04.02.2016

Carlos Bonfil

Carlos Bonfil nos presenta su opinión sobre por qué dentro del cine mexicano se presentan paradojas entre el público, los realizadores y la industria.

La paradoja es sorprendente. Pocas veces había mostrado el joven cine mexicano una vitalidad parecida a la actual, ni tampoco había diversificado a tal punto sus propuestas temáticas y sus apuestas estilísticas. Y sin embargo, jamás ha sido tan desatendido o desdeñado por el público al que desea dirigirse. Basta apreciar la vigorosa presencia de nuevas cintas de ficción y trabajos documentales en los festivales nacionales más relevantes (Morelia, Guadalajara, Los Cabos, FICUNAM, Riviera Maya), para percatarse de que existe una nueva generación de realizadores mexicanos que representan el mejor relevo de los valores que creíamos únicos y consagrados. Existe un público atento a las nuevas propuestas del cine mexicano, pero éste se concentra en esos momentos de excepción que son los estrenos en los festivales fílmicos. Ahí aplauden, valoran críticamente y discuten cada una de las propuestas. Y las audiencias locales responden con interés y entusiasmo.

Después de esos momentos privilegiados, los realizadores constatan con escepticismo que ya no existe otro lugar para prolongarle la vida a sus creaciones. La cartelera comercial les reserva un sitio de segunda o tercera clase, mientras que el circuito cultural alternativo prefiere, por lo general, exhibir las novedades artísticas del cine extranjero. En la producción actual de 140 largometrajes anuales, hay una cantidad nada desdeñable de propuestas de calidad, pero el gran público apenas se entera de ello, reteniendo acaso algunos títulos emblemáticos o llamativos, como Güeros, de Alonso Ruizpalacios o La jaula de oro, de Diego Quemada-Díez, y dejando en la penumbra y el olvido a muchas películas valiosas, como González, de Christopher Díaz Pardo o Las búsquedas, de José Luis Valle.

El prejuicio está bien arraigado. Para muchos espectadores, el cine mexicano no tiene mucho que proponer porque lo que hasta la fecha ha propuesto apenas le parece memorable. Tienen la tediosa impresión de un déjà vu, cuando, en rigor, no se han tomado la molestia de ver gran cosa. ¿El cine de la llamada época de oro? Una antigüalla, para entretenimiento de adultos mayores en pantallas caseras, sin mayor relevancia cultural en tiempos esforzadamente dinámicos. ¿El cine estatal de los años 70? Cuatro nombres consagrados (Cazals, Fons, Ripstein, Hermosillo) y un mismo empecinamiento de sobrellevar, con toda la dignidad posible, una jubilación decidida hace mucho tiempo.

Entre ellos y el fenómeno de los tres «braceros de lujos» avecindados en Hollywood (Cuarón, Del Toro e Iñárritu), hay una larga tentativa de revitalizar el cine mexicano, sin mayores reconocimientos (Cortés, Novaro, Montero, entre otros). Y luego, la ilusión del gran despegue artístico, galardonado en Cannes (Reygadas, Escalante, Franco, Eimbcke), talentos firmes de quienes siempre se esperan las mejores cosas. Queda el talento emergente de realizadores impetuosos, como David Pablos, Santiago Mohar y Julio Hernández Cordón, que suponen el relevo esperado y el sacudimiento más radical de las viejas inercias del cine mexicano. Queda también la formidable vitalidad del cine documental en México.

Por el momento, sin embargo, se imponen tres constataciones pesimistas: la escasa o nula voluntad política del gobierno mexicano por afianzar una industria fílmica al margen de las restricciones del TLCAN; el consecuente desinterés de las grandes distribuidoras y monopolios de exhibición por un cine mexicano escasamente rentable; y, por último, la convicción de un gran público que casi nunca puede ver su propio cine, y que hoy está atento a la ceremonia del Oscar, de que el mejor cine mexicano se hace en Hollywood, hasta que en casa no se demuestre lo contrario.

Carlos Bonfil

Es escritor, traductor y crítico de cine. Es columnista del diario La Jornada y colabora regularmente en medios como La Tempestad e Icónica.

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