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Mariana Musalem, Al final del día (2014)
Mariana Musalem, Al final del día (2014)
Mariana Musalem, Al final del día (2014)
Roberto Olivares, El Señor de las Tres Caídas (2014)
Roberto Olivares, El Señor de las Tres Caídas (2014)
Jorge Pérez Solano, La tirisia (2014)
Jorge Pérez Solano, La tirisia (2014)
Jorge Pérez Solano, La tirisia (2014)
Roberto Olivares, El Señor de las Tres Caídas (2014)

Japón: ¿Dónde está el público del cine mexicano?

24.11.2015

Si bien los festivales son un espacio central en la exhibición y promoción del cine mexicano, por su temporalidad planificada no pueden alcanzar públicos demasiado amplios. Donde realmente se ven las películas nacionales es en las cinetecas y salas independientes que completan el circuito de exhibición del cine “culto”.

Al centro de todos esos espacios está la Cineteca Nacional, que, por una parte, es el archivo fílmico más visitado del mundo (en 2014 vendió 1,124,474 boletos), y, por otra, es el complejo de exhibición con la oferta más amplia y consistente de películas realizadas por los autores mexicanos, independientemente de que cada administración, como es natural en una institución pública, ponga distinto énfasis en la oferta de su mandato. Lo más relevante es que los asistentes a las salas de la Cineteca buscan entre su programación películas mexicanas y están interesados en los nuevos autores (mucho más que en los de otras generaciones). Allí, muy a menudo, una cinta nacional alcanza su mayor potencialidad. Es la casa de nuestros cineastas.

Rojkind Arquitectos. Cineteca Nacional, (2014). Tomada del Facebook de la Cineteca Nacional.
Rojkind Arquitectos. Cineteca Nacional, (2014). Tomada del Facebook de la Cineteca Nacional.

Sólo que está en la ciudad de México, y la capital dista mucho de representar al país en su totalidad. Los chilangos solemos estar cegados, como si habitar en el espacio que le dio nombre a la república –y a la mayor parte de nuestra misma metrópolis, para empezar– nos impidiera hacernos de una realidad más compleja. Cinépolis puede darnos una idea de lo que pasa en todo el territorio en términos de cine de gran comercio porque es una cadena nacional, pero para saber lo que pasa con las salas donde se exhibe cine de autor hay que voltear a verlas.

Lo primero que se hará patente es su diversidad. Daré tres ejemplos provenientes de tres puntos geográficos, contextos históricos y sociales muy distintos:

 

  • El Cine Club, de Playa del Carmen, que es precisamente lo que nombra y ofrece funciones al aire libre en el Parque La Ceiba y el club de playa BlueParrot.
  • OaxacaCine, de ubicación evidente, una asociación civil que programa cine en varios sedes (el teatro Macedonio Alcalá y el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca entre ellas).
  • La Red de Cineclubes de Sonora, un programa coordinado desde el Instituto Sonorense de Cultura, con sedes y/o beneficiarios en Hermosillo, Ciudad Obregón, Nogales, Puerto Peñasco, Navojoa y Guaymas.

 

Más que la diversidad geográfica, es la variedad “institucional” de estos espacios la que muestra el panorama de espacios de exhibición del cine mexicano: cineclubes, iniciativas privadas e iniciativas gubernamentales de diversos tamaños, con presupuestos y alcances distintos, que, naturalmente, implican relaciones diferenciadas con el cine, tanto mundial como específicamente mexicano. Para mapearlas recurrí a involucrados en cada uno de los “espacios” descritos: Víctor Morillas, uno de los coordinadores de El Cine Club, Isabel Rojas, directora de OaxacaCine, y Mónica Luna Sayós, coordinadora del Programa de Cineclubes de Sonora.

El Cine Club, en Playa del Carmen. Tomada del Facebook del espacio
El Cine Club, en Playa del Carmen. Tomada del Facebook del espacio

¿Hay algo en común entre estos tres proyectos, en términos únicamente de cine mexicano? Sí. Los tres informaron que la gente está interesada en él. ¿Cómo lo saben? Pues, porque como comentó Mónica Luna, la “gente responde yendo”. Aunque la afirmación podría parecer tautológica no lo es: siempre se puede ofrecer algo en lo que nadie esté interesado y quedarse con la sala vacía. Por otro lado, por ejemplo, en el Cine de la Casa, de Hermosillo, se hace una encuesta de salida que generalmente va acompañada de comentarios positivos. Por su parte Isabel Rojas mencionó que en la Semana de Cine Mexicano, organizada por OaxacaCine, las películas son muy bien recibidas y que este año hubo una conexión particular con las películas realizadas por directores del estado: La tirisia (2014), de Jorge Pérez Solano, Al final del día (2014), de Mariana Musalem y El Señor de las Tres Caídas (2014), de Roberto Olivares. Volviendo al norte, Mónica Luna, también expuso la programación del cine sonorene, consistente en su mayoría en cortometrajes documentales. Aquí hay algo relevante: no sólo hay interés en el cine mexicano, sino también en historias regionales; un rasgo probablemente inédito que vale la pena poner en el mapa.

OaxacaCine-Facebook
OaxacaCine. Tomada del Facebook de la asociación civil

Esta situación no es comparable con lo que sucede en Playa del Carmen, una población fundada 200 años después que Hermosillo, poco más de 400 después que Oaxaca, y que comenzó a crecer, a convertirse en ciudad, en el último giro de siglo como consecuencia de la expansión turística de Quintana Roo. Allí, según lo que platiqué con Víctor Morillas, la gente suele no conocer el cine mexicano y se sorprende cuando lo ve. La cercanía de las historias llama la atención, puede haber hasta identificación con problemáticas específicas, y la calidad de muchas cintas suele ser gratificante. Sin embargo, en una ciudad nueva, El Cine Club, en sus inicios se encontraba casi en el grado cero de la formación de público, que sigue siendo uno de los objetivos del proyecto, no sólo en distintas áreas de la ciudad, sino también, por ejemplo, en poblaciones mayas cercanas.

La formación de nuevos públicos, por supuesto, no es un asunto exclusivo de las poblaciones más jóvenes. Hay amplios territorios fuera de las capitales estatales y las principales ciudades (como León, Tijuana o Cancún), e incluso en estas urbes, adonde desarrollar públicos. Los programadores de están perpetuamente en búsqueda de películas nuevas que exhibir, quizá lo que falta es que los distribuidores y productores entiendan la complejidad del circuito e intenten establecer sus propias lógicas de, precisamente, distribución en espacios alternos a los festivales y las salas de cine tradicionales. En muchos casos, esto significaría retribuciones menores a las que podrían conseguirse en las cadenas –por ejemplo, Víctor Morillas me mencionó que ellos sólo pueden conseguir cuotas de recuperación para retribuir a los cineastas y mantener el proyecto a flote–, pero quizá es válido ser generoso en un país donde la mayor parte de las películas están financiadas en buena medida con recursos públicos. Además hay programas como el de exhibición de EFICINE que garantizan aún más recursos públicos para llegar a los espectadores dispersos en cineclubes y salas pequeñas.

Por si esto fuera poco, también hay que pensar que explorar este circuito implica romper con las lógicas dominantes del duopolio de cadenas y de la industria fílmica estadounidense casi de manera revolucionaria: exhibir allí es formar parte de la resistencia. (Por supuesto, no ignoro que es bastante difícil llamar a los comerciantes a la revolución y que en el cine siempre hay millones de pesos invertidos.)

Isabel Rojas me dijo algo con lo que concuerdo totalmente, que una “película va a cubrir su proceso cuando ésta se encuentre con su público, y que si eso no sucede, pues, ese proceso no concluye. Por más que las películas se exhiban en festivales internacionales, y en algunos casos recojan premios y reconocimientos, en algunos casos, es más importante que sea el público también de nuestro país quien pueda encontrarse con estas películas, conocerlas, cuestionarlas, criticarlas, lo que sea”. El interés de los espectadores y la creación de cada vez más espacios alternativos para el cine mexicano tiene que ver con su ya indudable renacimiento. Probablemente quienes más se tarden en llegar a la infraestructura ya existente sean los cineastas. Pero en este momento, donde todas las industrias culturales se están redefiniendo, podría ser el esfuerzo más urgente.

 

 

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Abel Muñoz Hénonin es comunicólogo. Fue editor de Icónica y es editor de la Gaceta Luna Córnea. Colabora en La Tempestad. Coordinó junto a Claudia Curiel los librosReflexiones sobre cine mexicano contemporáneo: Ficción (2012) y Documental(2014). Es profesor de Investigación Cinematográfica en la Universidad Iberoamericana. Japón es la columna mensual del autor en Código con reflexiones en torno al cine mexicano.


La imagen de portada de esta columna fue tomada del Facebook de OaxacaCine.

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