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Fritzia Irizar, Sin título, Zea mays (2013). Proyecto desarrollado con la beca Jóvenes Creadores (2012-13). © Sonia Ávila

Opinión: ¿Qué hay de priista en el circuito actual del arte?

11.09.2014

Hace días el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) celebró su cumpleaños 25 con la publicación de resultados de una de sus más socorridas becas: se trata de un estímulo que satisface a medias la responsabilidad no exclusiva que el Estado tiene de promover a Jóvenes Creadores en vías de profesionalización.

Este programa, como todos, no ha sido exento de polémica; se ha señalado el riesgo de convertirlo en un instrumento de cooptación por parte del Estado, así como su ineficacia en promover la inserción de los artistas en un mercado real de arte.

La crítica se ha hecho pocas veces en el ámbito literario, menos aún en el de las artes visuales.

Una beca ofrece mejores condiciones materiales a los artistas y, a veces, recursos para la realización de proyectos. Lo que se pone en duda es su esquema, arquetípico de la promoción de la cultura en México, que entorpece su profesionalización. Cosa similar ocurre en la búsqueda frenética de un lugar en el mercado, por encima de una experimentación incondicionada y radical del arte. Abajo explico por qué.

La mayoría teme criticar las fisuras de este tipo de los programas por miedo a perder la oportunidad de ganar uno de sus estímulos; es el mismo grueso que tampoco señala la mediocridad de algunas galerías de moda por temor a perder la oportunidad de exhibir en ellas.

No sorprende que pocos miembros de la “escena” se atreven a opinar respecto a este tipo de obviedades: es como si la psique de jóvenes creadores (y adultos mayores) hubiera sido inoculada con los vicios de jerarquías y prebendas del rancio aparato político mexicano.

¿Qué hay de priista en el circuito actual del arte?

No hay crítica de fondo respecto a las políticas tras la distribución de recursos públicos a becas, pero tampoco respecto a los mecanismos con los que operan fundaciones privadas e iniciativas empresariales. No hay crítica en torno a la falta de transparencia en la programación de salas, museos y recintos públicos; mucho menos en torno a la condescendencia con la que se sobreoferta arte medianamente logrado en muchas galerías del DF.

Lo que sí hay es un paternalismo al que se acostumbran las generaciones jóvenes de artistas y un elitismo con el que grupos de poder se cierran, negocian o acaparan el acceso a museos o ferias internacionales. Se trata de una dictadura perfecta.

Suele criticarse el requisito de presentar a concurso proyectos inéditos, la producción de obra en función del premio, la falta de ejercicio libre de creación. Una beca adiestra a trabajar para la obtención de un subsidio, paralelo al llenado de formularios y el cumplimiento mecánico de fechas; pauta para que una gran mayoría de artistas aspiren a vender, incluso a “pertenecer”, en detrimento de una más profunda y personal experiencia de creación.

De los que ganan el FONCA, no todos generan un proyecto de creación que trasciende el cumplimiento de los trámites que exige Conaculta. Ello puede ser antecedente a la construcción de una carrera inflada. ¿Cuántos artistas, a pesar de acumular un currículo envidiable de exposiciones, a pesar de poseer una fortuna más que respetable, sorprenden por la pobrísima calidad de su trabajo?

La entrega de becas temporales no es un promotor garantizado de creatividad y/o profesionalización, como tampoco la inclusión apresurada de artistas jóvenes en museos y galerías. Hay una prisa ansiosa por agenciar un lugar en el mercado.

Habría que alentar la mejor virtud del FONCA desde 1989: ser un apoyo para introducirse con cierta tranquilidad económica a un proceso de exploración creativa, crítica y reflexiva. Lo ideal sería que los artistas potencialicen a su modo los recursos del Estado y del mercado, lo suficientemente alejados para no convertirse en sus lacayos.

 


Juan Carlos Reyna es periodista músico y crítico de arte. Ha colaborado en Reforma, Letras libresLa Tempestad y Gatopardo. Recibió el Premio Estatal de Literatura por La(s) Estética(s) de la mundialización (2008).


[11 de septiembre de 2014]

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