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Trevor Paglen, Near Nogales Maximally Stable Extremal Regions; Good Features to Track, 2017. Cortesía del Museo Tamayo.

Visiones de máquina de Trevor Paglen. Lo invisible de la cultura visual

Reseña 03.07.2018

Manuel Guerrero

Revista Código analiza la exposición del artista Trevor Paglen en el Museo Tamayo sobre los procesos de producción y consumo de imágenes.

La exposición que presenta el Museo Tamayo del artista estadounidense Trevor Paglen propone un cuestionamiento sobre la forma en la que vemos las imágenes, con todas las connotaciones tecnológicas que envuelven a su producción y difusión —y la política detrás de ellas, pues el trabajo de Paglen hace hincapié en las distintas formas de control que operan en redes sociales y demás servicios informáticos en algo tan cotidiano como la realización y carga de un retrato con familiares o amigos.

La primera exposición en América Latina del artista presenta meditaciones relacionadas con la crisis de privacidad en internet, misma que es perpetuada no sólo por hackers al margen de la ley, sino por la misma gestión gubernamental de Estados Unidos, con el entrenamiento de máquinas e inteligencias artificiales para reconocer sujetos y objetos. Se trata de un tema crítico, tomando en cuenta la permeabilidad de varias tecnologías de reconocimiento facial en la vida diaria, así como la reciente ampliación de las investigaciones del FBI en el caso de la filtración de datos por parte de Facebook hacia Cambridge Analytica, firma de consultoría política que colaboró de manera directa en la campaña electoral de Donald Trump. Con esto, la opinión pública ha puesto mayor atención en el valor de la información que producimos en nuestro uso de redes sociales o en una sencilla consulta en algún buscador.

Sin embargo, ¿es éste un motivo para sacar a flote las perspectivas paranoides? A primera vista, esa podría ser la respuesta natural, pero la obra de Paglen nos confronta con una propuesta totalmente opuesta: pensar en cómo esta situación se ha normalizado, al grado de que no podamos reconocer —en toda su dimensión— la gran cantidad de información que producimos y que es procesada mediante programas especializados encargados de codificar y volver a representar una imagen que no tiene una lógica para nuestra forma «humana» de ver —en cuestiones fisiológicas y psicológicas.

Trevor Paglen, detalle de It Began as a Military Experiment, 2017. Tomada de Manifesta 12.

Lo que Paglen nos presenta en gran parte de sus obras no son imágenes pensadas para el «consumo» humano. Obras como It Began as a Military Experiment (2017) —compuesta por una serie de retratos que muestran patrones de reconocimiento facial en los rostros de las personas— muestran el proceso con el que se establece una huella informática que no podemos «leer», pero que permite la identificación de una persona en un banco de millones de fotografías diferentes; Stealth Bomber – Linear Classifier (2017) es una reinterpretación visual-informática de una fotografía codificada en patrones de color específicos, mismos que funcionan como un mapa de información coherente para ser leído por un software —si bien para el ojo humano carezcan de significado o den pie a la creación de interpretaciones libres, como si se tratara de un test de Rorschach.

En este sentido, ¿cuál es el propósito de presentar imágenes que, por su planteamiento mismo, no pueden ser comprendidas por el espectador de carne y hueso?
Pienso que, en gran medida, el trabajo de un artista se caracteriza por mostrar situaciones desde un punto de vista que no había sido considerado antes, con lo que se nos permite elaborar un juicio nuevo sobre algo cotidiano —algo que, por su misma condición, rara vez es analizado a profundidad.

El cuerpo de trabajo que Trevor Paglen exhibe en este museo ya arroja —por las consideraciones de su proceso técnico— suficientes preguntas sobre un mundo de imágenes que sucede frente a nosotros y que no podemos visualizar sin la ayuda de otra interfaz. Quizá la cuestión medular de este tipo de trabajos se concentra en el hecho de que hay una producción de imágenes que no está pensada para ser percibida por el propio ser humano, sino para vigilarlo.

Trevor Paglen, Stealth Bomber – Linear Classifier, 2017. Cortesía de Museo Tamayo.

Dicha circunstancia rompe en gran medida con la tradición semiótica de la imagen basada en la relación entre significante, signo y significado, perfilando así una producción visual que ya no gira en torno a la participación humana y que obedece a un propósito claro y unívoco —aunque la colisión entre los propósitos de dos tecnologías pueden mostrar resultados divergentes a la estrategia de control anteriormente descrita, mostrando sus fallos, como ocurre en la serie Adversally Evolved Hallucinations.

Para comprender el resultado visual de estas fotografías, es fundamental comprender el proceso: las máquinas de Inteligencia Artificial (IA) —como sucedió en It Began as a Military Experiment— realizan un aprendizaje para el reconocimiento de objetos basado en numerosos acervos de imágenes, organizadas para que correspondan características como forma, color, etc. Con esto —por ejemplo—, si se entrena a una IA con el propósito de reconocer un bolígrafo y éste ha sido cargado con las referencias necesarias, la máquina podrá hacerlo y mostrará un ejemplo, aunque nunca haya tenido una interacción visual directa con el objeto en cuestión.

Con esta dinámica como base, Paglen compuso una serie de «conjuntos de entrenamiento» a partir de referencias literarias, filosóficas, históricas y de otros ámbitos —teniendo como regla no basarse en hechos—, para así instruir a la IA a reconocer elementos asociados a dichas categorías. Posteriormente, creó otra IA con el propósito de «dibujar» las formas a reconocer: así, la IA dibujante interactuó con la tecnología entrenada para reconocer formas hasta producir imágenes que fueran capaces de cumplir con los requisitos solicitados. Los resultados fueron —como las describe Paglen— «alucinaciones» que, aún en la condición abstracta de su planteamiento y producción, aluden en gran medida al conglomerado de símbolos de distintas culturas: la forma en The Tower of Babel (Corpus: Spheres of Purgatory) es reconocible antes de que siquiera leamos el título de la pieza u objetemos algo en contra de la calidad de la imagen —la cual luce opaca por ser la resolución mínima que el software de reconocimiento necesitó para evaluarla.

Trevor Paglen, The Tower of Babel (Corpus: Spheres of Purgatory), 2017. Cortesía de Museo Tamayo.

Esta serie en particular plantea una pregunta que se puede extrapolar no sólo a otras obras de Paglen, sino también a nuestra interacción con, digamos, las redes sociales. ¿Qué papel juega la experiencia en la representación y percepción de algo? Dirigiéndome al campo de lo social, desde la incursión masificada de internet a mediados de los 2000 se ha hablado de peligros para los usuarios relacionados con la suplantación y robo de identidades; actividades de las que no siempre está detrás una persona, sino un bot configurado para interactuar con cierto grado de credibilidad con un usuario, cuya gramática —en los ejemplos más conocidos y poco planificados— adolece de coherencia o revela una actitud bastante inusual: o muy amable o muy directa en cuanto a su propósito.

Esta situación (ya cotidiana), planteada desde el despliegue tecnológico que Paglen muestra en Adversally Evolved Hallucinations, se debe a la nueva habilidad de las máquinas para representar ya no sólo imágenes u objetos industriales, sino comportamientos casi humanos —mediante la escritura, en nuestro ejemplo. Sin embargo, la reflexión de Paglen está dirigida por la presentación de las capacidades de una máquina para producir imágenes que remitan a un objeto real y que a su vez puedan ser validadas por otro sistema como reales, aunque las cualidades tangibles del objeto en cuestión pasen a un segundo plano dentro del proceso.

Trevor Paglen, Comet (Corpus: Omens and Portents), 2017. Cortesía de Museo Tamayo.

Desde este punto de vista, y considerando la cualidad primordialmente visual de nuestra cultura, ¿qué tipo de mundo se está construyendo a partir de las imágenes digitales? Conforme la dependencia tecnológica de nuestras vidas se consolida, es una urgencia considerar el tipo de relación imaginaria que subyace en la historia de la humanidad, más que como un alegato a favor de actitudes reaccionarias, como una forma de orientarnos con claridad en medio del flujo de información que se produce a cada segundo, sin saber si detrás de ello hay un ser vivo o una IA programada para producirla.

La máxima neokantiana de Schopenhauer contenida en la frase «el mundo es mi representación» se ve rebasada por las nuevas condiciones de una percepción de lo que es real, estructurada fuera de la misma experiencia humana pero no por esto disociada de ella, y la presencia de éstas definen en gran medida la organización y uso de los espacios que habitamos. El trabajo de Paglen es muy claro al puntualizar que actualmente no vemos imágenes, sino que ellas nos ven; que detrás de estas nuevas formas de producción visual hay redes de poder que fluyen de manera anónima en la cultura digital. Sin embargo, y con todo ello en contra, todavía hay espacio para desafiar dichas redes. ¿De qué forma? Precisamente, haciendo visible aquello que pretende pasar desapercibido en su ejercicio del control.

La exposición Visiones de máquina de Trevor Paglen estará abierta al público en el Museo Tamayo hasta el 30 de septiembre del 2018.

Manuel Guerrero

Ha participado en más de quince exposiciones colectivas y encuentros de arte sonoro en México, Reino Unido, Japón y España. A la par de la producción artística, ha escrito para más de doce plataformas dedicadas a la reseña y crítica de arte.

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Trevor Paglen, Stealth Bomber – Linear Classifier, 2017. Cortesía de Museo Tamayo.

Trevor Paglen, The Tower of Babel (Corpus: Spheres of Purgatory), 2017. Cortesía de Museo Tamayo.

Trevor Paglen, Comet (Corpus: Omens and Portents), 2017. Cortesía de Museo Tamayo.