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Resiliencia, 2017. Cortesía de Ana Paula Santana.

Ana Paula Santana. Sobrevivir, sanar, resistir. Resiliencia

Opinión 24.04.2018

Juan Pablo Ruiz Núñez

«Resiliencia» es un proyecto de Ana Paula Santana donde la artista trabaja en colaboración con un grupo de mujeres para denunciar agresiones sexuales.

abrir o cerrar los ojos / abrir o cerrar la boca / pensar o no pensar/
qué hacer con la indignación / con el horror / sus voces/
dónde ponerlas / ¿adentro o afuera del poema?
María Rivera

I

Experimentar un acto violento en nuestra contra avasalla, se va a las entrañas, al hipotálamo. Mucho más si se trata de violencia sexual, violencia cruda en contra del cuerpo, ánima y mente imbricados. Todo se trastoca, se duele, demuele. Cambia el modo en que miramos y nos relacionamos con el mundo y las personas. La cotidianidad se torna desconcertante, se impone el miedo como el sentimiento —la fuerza motriz— principal. La construcción del presente será mediado y determinado por tal coyuntura y la manera en que, acompañados o solos, transitemos por el arduo camino de recuperación.
La resiliencia es un término empleado en los ámbitos de la psicología para nombrar la entereza a partir de la resistencia, la capacidad de las personas para sobreponerse a un estímulo adverso, doloroso, por lo general violento. Pero, según entiendo, más que una capacidad se trata de un proceso en el cual pueden intervenir personas y elementos, que fortalecen a quienes hayan vivido eventos traumáticos que afectaron su comprensión de sí y de las cosas.

La artista interdisciplinaria Ana Paula Santana nos propone en Resiliencia, utilizando medios y soportes que van de la cerámica-escultura hasta el arte sonoro y la instalación, un camino de persistencia, pero sobre todo de resistencia, desde una profunda y empática reflexión alrededor de la violencia sexual en contra de las mujeres en México. En sus propias palabras, Resiliencia es un proyecto que aboga por una cultura de la denuncia al integrar el testimonio de seis mujeres de la ciudad de Guadalajara (México) que, en demanda de justicia y reparación de daño, denunciaron el abuso sexual sufrido. La pieza, con tres etapas de creación —origen, ruptura y resiliencia—, concluye en una instalación interactiva que combina cerámica, circuitos electrónicos y sonido.

Resiliencia, 2017. Cortesía de Ana Paula Santana.

 

II

Origen

No eres tú quien hablará: deja que el desastre hable en ti
Maurice Blanchot

En los inicios fue el hecho brutal, el abuso sexual en contra del cuerpo de una mujer. Miles de mujeres que en la historia del mundo y de este país han padecido violencia machista, varias de ellas hasta la muerte —muchas sobrevivientes. En el origen está la violencia justificada y aceptada en esta sociedad patriarcal. A la agresión sexual de hombres en contra de mujeres se suma la violencia burocrática del Estado y su incompetencia, cómplice de los delitos. Aunque penados por la ley, casi no se denuncia a los agresores por la impunidad imperante.

Resiliencia, en su primera etapa, produjo diez vasijas en torno con pasta de alta temperatura. Para Santana la vasija representa el origen, la matriz. Por un lado es recipiente que desde tiempos ancestrales guarda alimento y agua; por otro, es una imagen que en su forma remite al útero, a lo intrínsecamente femenino. Conforme sumamos capas de significado aparecen las preguntas sobre las huellas de la violencia dejadas en el cuerpo, la memoria, la piel, la voluntad, la voz de cada mujer. La voz acallada, la voluntad dominada, resultado de la violencia sobre el cuerpo y el ser de las mujeres.

Este proyecto valora la cultura de la denuncia y de algún modo acompaña-apuntala el proceso de seis mujeres —seis entre miles— para revisar no sólo cómo la cultura percibe la violencia contra la mujer, sino cómo el hombre y la mujer la interpretan y cuáles sus implicaciones. El patriarcado es un sistema de relaciones de poder en el que todos, hombres y mujeres, estamos implicados. La antropóloga Rita Segato plantea que, grosso modo, existe en nuestras sociedades un mandato de violación, mismo que es parte de una estructura de subordinación, una condición necesaria para la reproducción del género como estructura de relaciones asimétricas, jerárquicas, relaciones de alianza y competición, que son anteriores a cualquier escena en la que se concrete —y que el violador cuenta con muchos cómplices detrás. La violencia sexual funge un rol esencial en la reproducción patriarcal del orden de género, como toda construcción social emanada de ahí puede perseguirse y castigarse, pero sobre todo prevenirse.

Resiliencia, 2017. Cortesía de Ana Paula Santana.

 

Ruptura

Frente al acto inicuo al que sobrevivieron, luego del periodo inmediato de trauma, aparece lo que llamo resistencia. En cada persona es distinto, pero tarde o temprano surge la fuerza que la impulsa a sobreponerse y emprender la recuperación, la senda tortuosa de la persistencia vital. Horas o días o meses transcurrieron, pero cada una de las seis mujeres que participaron en Resiliencia de Ana Paula Santana decidieron, al fin, romper el silencio, hablar mediante la voz —¿qué es la denuncia sino la emisión de voz expresando algo que exige ser proferido públicamente? Días o años pasaron para emprender la recuperación, quebrando el circuito de violencia que sigue imperando después de la agresión sexual en sí. Una espiral de silencio y miedo: no hay denuncia porque se teme enfrentarse a la violencia burocrática, ya sea por temor a la insidiosa revictimización perpetrada por las instituciones y todo el entramado legal; ya sea por la estigmatización de sectores de la sociedad mexicana contra mujeres que acusan cualquier tipo de abuso sexual, en un país donde no suele ser una prioridad política visibilizar, resolver y castigar esta violencia.

En esta segunda etapa Ana Paula Santana realizó, en colaboración con el Centro de Justicia para la Mujer de Jalisco, un taller con seis mujeres que fueron víctimas de violencia sexual y se querellaron. El trabajo psicológico y la toma de acción de las mujeres fue el eje. En dicho taller se abordaron procesos de resiliencia en el arte. Asimismo, se compartió la filosofía del budismo zen wabi-sabi, que valora el paso del tiempo y de los accidentes sobre los seres como elementos que los revelan en su unicidad y belleza.

En la última hora del taller se dispusieron las vasijas en una mesa, cada mujer eligió una y tomó asiento. Cada quien la abrazó, la sopesó, descubrió su textura, sus formas curvilíneas. Después, en el centro del salón, cada una rompió la vasija elegida. Dicha ruptura es una acción afirmativa, vital, a contracorriente de la pulsión de muerte de la que fueron involuntariamente presas. Ruptura como alegoría del lastre doloroso que una mujer violentada sexualmente lleva consigo. No obstante, la ruptura también representa el momento de denuncia, de liberación: el comienzo de la resiliencia, como dice Santana.

El sonido de una vasija al desplomarse y tocar el piso siempre será inquietante, un trueno de tierra cocida despedazándose aunado al rumor de los últimos añicos arrastrados centrífugamente por la colisión. Tal estruendo como metáfora del acto de resistencia de cada mujer. Seis mujeres escuchando los recipientes romperse, cada ruptura desatando la memoria —pero también cada estallido fortaleciendo el proceso de recuperación, de resistencia. Después de cada quiebre se recogieron los fragmentos para el consecuente proceso de restauración.

Resiliencia, 2017. Cortesía de Ana Paula Santana.

 

Resiliencia

Las vasijas rotas en la segunda etapa son reconstruidas en la tercera. Eso es resiliencia. Actuar frente a la hostilidad y la violencia; emerger del miedo, la inmovilidad, la afasia. Encontrar una cura. Reunidos los pedazos, mediante la técnica japonesa kintsugi se ensamblan los múltiples fragmentos de la pieza cerámica rota. La parte final del proyecto quiere representar la fase de cura y resistencia de seis mujeres frente a la violencia sexual, extendida en la violencia del Estado patriarcal que no acompaña a las víctimas ni las protege sino las revictimiza.

Destaco por ello la lectura política de esta obra, en el sentido de señalar sutil pero incisivamente al omiso sistema de justicia de México y cuestionar la indiferencia casi generalizada de la sociedad frente a este fenómeno que parece no mover conciencias ni obligar a políticas públicas verdaderamente efectivas para revertir y evitar su ocurrencia insidiosa. Y sobre todo porque muestra a mujeres que, luego de experimentar un hecho traumático, se convierten en personas actuantes en lo político con capacidad de denuncia y transformación.

Cada mujer eligió y rompió una vasija en una suerte de acto catártico, performático, de recordar para soltar, soltar para dejar ir, dejar ir para sanar. Mostrar las huellas de las heridas pero para plantarse de nuevo en el mundo, para volver a ser. Ser para resistir, persistir para sobrevivir. Sobrevivir, seguir siendo. Saltar hacia atrás, replegarse para volver a desplegarse. Para Santana las cicatrices doradas dejadas por el kintsugi buscan exponer las huellas de las heridas que conforman a las mujeres violentadas sexualmente, mostrar el parteaguas en su vida, pero también su empoderamiento, valentía, resistencia.

Resiliencia, 2017. Cortesía de Ana Paula Santana.

 

III

El sonido como acto de resistencia

Lo histórico no está dado, se construye desde el presente y
desde las luchas del presente
Ricardo Piglia

 

Lo sonoro es omnipresente. Desde antes de nuestro nacimiento hasta el último instante de la muerte, oímos sin un instante de reposo, como nos recuerda Pascal Quignard. Es revelador en esta pieza de Santana el uso de la dimensión sonora como eje de conciliación, como espacio indispensable del proceso de curación. Como expectadores-escuchas percibimos el sonido reproducido de las vasijas al romperse, activado al acercarnos a cada vasija. El sonido del quiebre de una unidad en sus partes, resquebrajamiento del ser de mujeres que, después de un proceso solidario de recuperación (en sus ámbitos de acompañamiento psicológico, filial, legal, social), han superado violencias diversas.

La obra Resiliencia también nos obliga a pensar la violencia sexual en contra de las mujeres no sólo como problema de género sino como problema enquistado en el seno mismo de la sociedad, un pendiente que existe bajo las reglas y condiciones impuestas por la sociedad heteropatriarcal machista.1

Ana Paula Santana elige el dolor, el trauma, la grieta, la lastimadura como condición de enunciación. Pero no una enunciación estática, sino una que avanza, da un paso más allá hacia la sanación, la conciliación interior, la unión de los pedazos rotos y esparcidos para la reconstrucción necesaria cuando gente enfrenta actos de violencia extrema en contra de su cuerpo y dignidad. El artista siempre habla en una lengua extranjera según Proust. Santana habla en esa lengua extranjera, promueve la denuncia, la emisión pública de la voz de la mujer como condición para expresar lo indecible. La resiliencia como forma de expresar primero y de transformar después la desposesión radical de sí mismas que significa experimentar una agresión sexual.

Resiliencia, 2017. Cortesía de Ana Paula Santana.

 

Coda

¿Qué le sucede a la voz y cuerpo y ser de las mujeres sobrevivientes? Por ventura, muchas logran recuperarse y hablar, participan en procesos colectivos de organización y emprenden la exigencia de justicia, en la que la denuncia es un paso clave, si bien inicial. Resiliencia de Ana Paula Santana busca también visibilizar este hecho por medio de una metáfora envolvente; tanto en lo sonoro como en lo conceptual, muestra las capas del proceso hacia la justicia que, como sociedad y como individuos, necesitamos acompañar, incidir políticamente en su transformación ineludible.

Recuperar lo vital luego de la grieta, del fuego sobre la piel, del dolor lancinante, nunca será fácil. Hay muchas voces que aún no se han emitido, muchas vasijas ya rotas cuyo instante de quiebre no ha sido escuchado, muchas voces que aún no han denunciado. Ese silencio atronador nos incumbe y nos obliga a escuchar, a promover que las voces hablen, demanden justicia. Desde la memoria, con las voces del desastre que nos mueven contra el silencio, Ana Paula Santana nos señala de forma bella, pero no por ello menos turbadora, la transformación social desde lo personal, atravesados por las dimensiones estético-políticas. Resiliencia y las vasijas que aquí podemos activar y escuchar son un clamor resonante de una realidad que no debiese continuar en ningún lugar del mundo ni ser parte de la manera en que nos relacionamos mujeres y hombres.

Resiliencia, 2017. Cortesía de Ana Paula Santana.

1 Según estadísticas recientes, el 35% de las mujeres de todo el mundo ha sufrido violencia física y/o sexual. El 67% de esas agresiones fueron cometidas por un compañero sentimental. El 80% no se denunciaron.

Juan Pablo Ruiz Núñez

Editor, ensayista y gestor cultural. Actualmente coedita Fruta Bomba. Colabora desde 2013 con el Campamento Audiovisual Itinerante, proyecto de formación cinematográfica en Oaxaca.

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Resiliencia, 2017. Cortesía de Ana Paula Santana.