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José Dávila. The act of perseverance . 2018. Cortesía OMR

José Dávila en OMR: Materia a punto del colapso

Reseña 22.02.2018

Javier Villaseñor V.

José Dávila juega con fuerzas opuestas, para poner en evidencia el caos que las ve nacer, enmascarándolo con un aparente sentido de orden.

Dos estrellas colapsan, dos sistemas opuestos se encuentran y chocan, del caos circundante nace un universo —nace un orden, un modo de lectura del espacio, una estructura que se impone al vacío. Parece que esto es lo que busca José Dávila al hacer dialogar contrarios —dialéctica implícita que sintetiza a los dos opuestos en una misma unidad que busca acercarnos a la verdad: la verdad del material. Algunas de estas dualidades son obvias, incluso ingenuas: un globo atado a una viga de acero sobre el cual pende una roca. Sí, la ansiedad es inexorable —se recurre a un lugar común de la inestabilidad mientras apela al absurdo de la roca, elemento usualmente terrestre, flotando sobre un globo, elemento usualmente aéreo. La primera pende, se da al aire, mientras el segundo está aferrada a la tierra (atado a una inamovible viga que, incluso, penetra el suelo de la galería, para confirmar su estatuto de inmanencia).

Galería OMR presenta Mecánica de lo inestable, exposición de José Dávila que muestra un par de series recientes del autor, distribuidas en los dos pisos de la galería, donde una constante es la reflexión en torno a la materia per se, con un ímpetu cercano al ideal de la deconstrucción posmoderna, donde los elementos, en este caso arquitectónicos, son reducidos a sus partes fundamentales. Así, roca y acero se ven despojados de su carácter constructivo para hacer notar, sin embargo, su naturaleza estructural.

Piedra y globo. José Dávila en OMR.

José Dávila. Detalle de La mecánica de lo inestable. 2018.

En el primer piso de la exposición, por ejemplo, se presentan tres conjuntos escultóricos conformados por rocas y vigas de acero, suspendidas por cables en delicadas tensiones. Al circular alrededor de ellas, las esculturas proyectan ángulos y puntos de fuga múltiples; a veces al borde del colapso, a veces como si mostrasen un proceso de construcción, deviniendo en una forma final. No pude evitar pensar en los acontecimientos telúricos que han sacudido al país desde septiembre, en especial en los procesos de reconstrucción y recuperación; las esculturas, acaso, proyectan este impulso constructivo, que se levanta desde los cimentos, que pende en un delicado balance que, a la par, nos hace pensar en la fragilidad de toda obra arquitectónica: nace con una idea sumamente endeble que luego se ve concretada con la incursión de la materia. A pesar de postularse como un cuestionamiento a los ideales de la modernidad, dudando claramente sobre la funcionalidad (sea de la arquitectura, sea del objeto artístico), Dávila genera un espacio con el que te puedes relacionar como individuo —sensorialmente, en un primer momento, intelectualmente en un segundo; pero, y en juego de nuevo con las dualidades, es también un espacio alienante.* Es decir, te da la bienvenida y a la par cuestiona tu presencia, busca distanciarte de aquel reducto de ruina para poder leerla, quizá, de forma crítica.

Las obras en el segundo piso se muestran menos dinámicas que las tres que conforman la primera parte. Aquí la piedra toma el papel principal, dejando de lado el acero. Por la forma de las obras, si aquellas del primer piso proponían una deconstrucción del objeto arquitectónico, las de la segunda parte parecen buscar una totemización** de la materia, donde las construcciones parecen volverse objetos de culto que engloban y a la par delimitan, marcan fronteras (de nuevo, las dualidades). Estas obras parecen reflexionar sobre los límite entre lo orgánico y lo artificioso; ¿en qué momento se pierde la naturaleza para transformarla con el ingenio humano? ¿Dónde se traza el límite entre lo funcional y lo meramente estético? Así, Dávila introduce de nuevo una metáfora de cómo falló la modernidad y cómo está apenas sostenida por (algunos) argumentos que le impiden colapsar; fiel a la instalación de las obras donde las diferentes partes que las conforman penden de tensores, a punto de abismarse.

Instalación de globos, madera y piedra. José Dávila en OMR.

José Dávila, Panóptico, 2018. Cortesía OMR.

Más allá de la función —y de la estética incluso—, las obras de José Dávila ponen en evidencia las posibilidades de la materia; desde las leyes físicas a las que todos nos vemos sometidos hasta la naturaleza implícita a cada uno de los objetos. Juega con dualidades, fuerzas opuestas que se encuentran en un punto medio, para poner en evidencia el caos que las ve nacer, enmascarándolo con un aparente sentido de orden.

Mecánica de lo inestable, en OMR, estará presente hasta el 24 de marzo.

 

* Esto me hizo pensar en el teatro de Brecht y el extrañamiento, con la repentina incursión de canciones y notas, o apelando de manera directa al lector/espectador.

** Y no es algo que sólo digo por la forma de las obras. Si leemos esto de acuerdo a Freud, de manera somera, unifica a miembros de un clan, pero les impide relacionarse (sexualmente) entre sí. Aterrizando esta idea a las obras de Dávila, ocurre que, si bien, como objeto artístico (de culto) unifican un pensamiento (una reflexión) con respecto a la arquitectura, sus significaciones, las relaciones que generan, corresponden a un terreno no arquitectónico —son ideas ajenas al clan, son lenguajes foráneos, otros.

Javier Villaseñor V.

Es licenciado en Arte por la UCSJ. Se ha desempeñado como escritor y curador en el estudio de un escultor y como artista digital de manera independiente. Es fiel seguidor de David Foster Wallace y lector amante de Virginia Woolf. Cree en las letras como un medio de redención. Instagram / Twitter: @filantropofago

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