Cn
Carlos Iván Hernández, Linde (2016).

Nuevas narrativas. Uniendo fragmentos con hilos

Columna 07.03.2018

Daniel Montero

Daniel Montero revisa el papel de la idea de proyecto en el arte a partir de la selección que conforma la XVI Bienal de fotografía del Centro de la Imagen.

Hay un fenómeno que desde hace unos años comienza a tener notoriedad en el arte contemporáneo, y es que múltiples medios, técnicas y formatos han empezado a aparecer simultáneamente en los proyectos de los artistas. No es raro que ahora se concreten obras en cerámicas, esculturas, dibujos, pinturas, performances y, cómo no, fotografías y videos, muchas veces exhibidos al mismo tiempo como parte de un solo proyecto. Parece que muchos artistas intentan escapar de la determinación de ciertos formatos y medios, y muestran que cada una de las obras son más bien diferentes momentos de una sola investigación —aunque cada uno de esos momentos conserva cierta unidad y autonomía, y se diferencian unas de otras.

Más que artistas inter o transdisciplinarios o intrer y transmediales hay una posible explicación al respecto que tiene que ver con la noción de «proyecto». Proyectos que muchas veces tienen una duración determinada porque forman parte de una beca o un apoyo, y que se van concretando poco a poco en elaboraciones de diferente índole. O incluso, para ir más allá de eso: la noción de investigación artística que circula hace ya algunos años y que es implementada sobre todo en posgrados de artes en diferentes niveles, hace que los artistas también dispongan de cierto tiempo para desarrollar un problema que se va concretando paulatinamente en obras a medida que los estudios van avanzando.

La noción de proyecto no es nueva en el arte mexicano contemporáneo. Se puede recordar rápidamente que para las convocatorias del FONCA, desde la década de los noventa hasta ahora, es indispensable presentar un proyecto —más que una obra terminada que se va desarrollando por un periodo de tiempo establecido. Sin embargo, a diferencia de muchas de las obras que se presentaron en las exposiciones de Creación en Movimiento en aquella década, que eran solo un objeto o una documentación del objeto o de la acción en sitio que partía de esa investigación, en la actualidad muchas de las exposiciones que comparten la realización de obras por proyecto muestran una colección de cosas que son el resultado —por partes— de esa investigación. Fragmentos del mismo asunto que registran diferentes momentos reflexivos.

Nuevas Narrativas

Imagen de la exposición Creación en Movimiento 2015/2016. Tomada de Sobre T.

En efecto, la noción del proyecto ha traído consigo otro asunto que tal vez es aún más problemático por lo que significa para la crítica y la historia del arte: la narrativa. Precisamente mucho del arte contemporáneo que se produce en la actualidad es un arte temático y narrativo en el que el artista comienza su producción a partir de un asunto de su interés. A medida que va avanzando en la investigación —que suele ser muchas veces histórica y documental—, se van produciendo no solo apuntes, sino que aparecen instantes que son traducidos a estas obras. Muchas veces, incluso, los apuntes comienzan a convertirse en obras por ellos mismos. El tema de la obra va a marcar tanto los procedimientos como los procesos y medios en los que se puede concretar la investigación. El resultado final es, en primer lugar, una colección de objetos que muchas veces ilustran un momento determinado del problema; en segundo lugar, una elaboración y un montaje de fragmentos de objetos, imágenes y acciones, que el artista ha encontrado o realizado en esa investigación. Dichos fragmentos no están confinados a un medio en particular, aunque no son intercambiables. Justamente cada uno de los fragmentos señala, a su manera, un momento de la problemática que le interesa al artista. El asunto es que para que todo tenga coherencia, muchas veces las partes deben estar juntas; de lo contrario la narrativa se pierde entre las enunciaciones de cada uno de los fragmentos. O para ponerlo de otra manera: el proyecto se hace contundente si todas las partes están reunidas en una sola sala o espacio.

Para poner un ejemplo ya conocido, en la Bienal de Fotografía del 2016 Carlos Iván Hernández presentó fragmento de un proyecto mucho más grande que en efecto partía de una exploración de ciertos fenómenos que se dan en el Desierto de Sonora. Hernández había concretado su exploración inicialmente en fotografías, pero en esa ocasión se mostró un objeto: el ya famoso Linde, una obra que consistía en un alambre de púas con pelos de vaca. Precisamente esa sobreposición entre el proyecto y la obra fue la que causó todo el revuelo y el debate. Hernández ha continuado esa exploración que se ha concretado en videos, acuarelas y esculturas.

Nuevas Narrativas

Carlos Iván Hernández, Linde, 2016. Cortesía Centro de la Imagen.

En ese sentido, muchas de las obras que se exponen en el mismo espacio unidas por la misma problemática no pueden ya ser leídas en términos de una instalación convencional porque, por ejemplo, más que exploraciones sobre el espacio de exhibición en relación a los objetos, deben ser vistas como paradas autónomas del mismo trayecto que adquieren sentido por la narrativa del proyecto. Así, las obras pueden ser separadas y no pierden su carácter de unidad ni tampoco su sentido, porque funcionan de manera autónoma. Sin embargo, al desprenderse unas de otras, es probable que pierdan parte de su contenido narrativo —a menos de que éste se haga explicito por otros medios (como un texto o una explicación oral).

Las consecuencias de todo esto son interesantes porque reformulan la pregunta por los medios artísticos en el presente y el cómo se comportan las obras de arte en las relaciones que pueden establecer unas con otras y entre la misma producción de un artista. Además, tiene consideraciones importantes para el mercado del arte. En efecto, al producir a partir de la noción de proyecto muchas veces se pierde la investigación del arte que parte de una pregunta por el medio mismo y por la especificidad del sitio —o incluso la relación materialidad-especialidad. Esto por supuesto no es un juicio de valor sino que se presenta como una situación. Esa pérdida para muchos es vista como una ganancia. En ese sentido la relación con el material se pierde, dando lugar a una forma de producción mucho más ligada al vínculo narrativo que describía más arriba. En tanto la obra hace parte de esa narración, está subordinada ella y no tanto a los elementos materiales que la constituyen. Eso no quiere decir que la materialidad en el arte haya dejado de ser importante sino que remite, de manera directa, a una situación que hace parte de ese proyecto: el vínculo a una tradición de los materiales y de los medios como referencia pero no como investigación de su potencia. Así, la potencia del material como investigación queda por fuera del ejercicio artístico en tanto las obras tienden a volverse ilustrativas y, mientras conserven ese elemento descriptivo, tanto el material como el medio deben ser escogidos puntualmente.

Nuevas Narrativas

Vista de instalación, XVII Bienal de Fotografía, 2016. Centro de la Imagen. Cortesía Centro de la Imagen.

Por otro lado, y como lo anotaba anteriormente en el texto, la producción a partir de proyectos produce un quiebre en las relaciones con el mercado, porque lo que se termina vendiendo muchas veces son los fragmentos de esos proyectos que se reparten en varias colecciones. Los proyectos son desmantelados por partes —operación que se puede hacer fácilmente considerando la integridad de cada uno de los fragmentos. En ese sentido, a partir de una sola investigación pueden surgir una cantidad considerable de objetos que nutren el mercado.

Hacer este señalamiento permite ver un cambio significativo en la producción del arte contemporáneo que puede entenderse como una nueva relación entre los objetos, los espacios y los sujetos. Así, una nueva noción de montaje está comenzando a funcionar en la producción actual: un proyecto sería la posibilidad de pensar en las nuevas formas y relaciones en que se concretan y que se producen a partir de una investigación artística. Por supuesto que esto solo es una reflexión general sobre el asunto. Habría que ver mucho más a fondo sus consecuencias, tanto para los actores del campo como para producción y circulación del arte en el presente. Esto es, una reconsideración general del campo y de la práctica.

 

Daniel Montero

Investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. Es autor del libro El Cubo de Rubik: arte mexicano en los años 90.

siguiente

Newsletter

Mantente al día con lo último de Gallery Weekend CDMX.