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Pedro Ceñal Murga, Roberto Michelsen Engell y Adrián Ramírez Siller / Fundación Alumnos 47, Pabellón Kkiioosskko. 2018. Fotografía de Manuel Becerril. Cortesía de Archdaily.
Pedro Ceñal Murga, Roberto Michelsen Engell y Adrián Ramírez Siller / Fundación Alumnos 47, Pabellón Kkiioosskko. 2018. Fotografía de Manuel Becerril. Cortesía de Archdaily.

Publicar publicaciones. Pabellón kiosko de Alumnos 47

Reseña 29.03.2018

Javier Villaseñor V.

Alumnos 47 lanzó pabellón kiosko una iniciativa de generar un pabellón en su espacio, que funga para incentivar las publicaciones de y sobre arte.

Las instrucciones fueron publicadas, un tanto crípticamente, en redes sociales, un mensaje codificado esperando a ser descifrado:
«Llega a Alumnos #47 en la colonia San Miguel Chapultepec y observa detenidamente las señalizaciones. | Toca el timbre; la contraseña es Kiosko (mientras te abren, voltea hacia arriba). | Sé consciente de tus huellas». Así que seguí las instrucciones: toqué el timbre y vi hacia arriba, de entre las ramas de los árboles que sobresalen del interior, pende un rótulo (al estilo del rótulo tradicional en lámina) que veta a las personas de amarrar cordones en las rejas, firmado (atentamente) por la autoridad. Incautamente, uno podría tomárselo en serio —o no. La puerta se abre hacia un tapete (del mismo color del suelo) de bienvenida, aunque no dice bienvenida, más bien está —o debería de estar— mojado (pero no sabía eso, sino hasta más adelante). Entro a la casa y amablemente me dan un mapa, «¿un mapa? ¿Para qué un mapa?», me pregunto. Atravieso la estancia, la biblioteca y llego al jardín, intervenido por una construcción en plano inclinado: como si la tierra abriese su boca y nos develara aquello que oculta. En ese primer recorrido ciego, me percaté que ignoré la última indicación dada —y quizá la más importante: sé consciente de tus huellas.

Mapa. Pabellón Kiosko, Alumnos 47, 2018.

Pabellón kiosko, de Fundación Alumnos 47, se suma, en su primera entrega, a las propuestas que buscan generar pabellones que hagan dialogar el arte contemporáneo con iniciativas arquitectónicas —como los encarnados por Mextrópoli, o los que intervienen el Museo experimental El Eco— pero, ¿qué es lo que difiere de ésta con respecto a las otras? Podemos intuirlo desde el título que corona la propuesta de Alumnos 47: Publicar provoca. De primera instancia, traza una relación entre las publicaciones, el arte contemporáneo y la arquitectura y, por extensión, las publicaciones sobre arte contemporáneo: iniciativas conformadas por relaciones semióticas que encuentran como mecanismo de salida una publicación (sea de la forma que sea). Podemos adentrarnos un poco en el concepto de publicación: pareciera evidente —pero generalmente, las cosas nunca lo son—, publicar implica de manera directa el hecho de hacer algo público, es decir, se hermana con las ideas de develar, difundir, manifestar (hacer manifiesto) algo. Por lo tanto, profundizando en el concepto de este montaje, publicar algo genera un cambio, una reacción a nivel cultural y social: al develar, al dejar al descubierto, abrimos espacios de encuentro y de diálogo, se manifiestan tránsitos —nos hace hacernos conscientes de las huellas que dejamos. Así, por ejemplo, al instalar el pabellón en el jardín, con la forma que tiene, se hace evidente —se publica— el espacio, devela las entrañas de la tierra como un lugar de significación potencial.

Instalación en un jardín. Pabellón Kiosko.

Pedro Ceñal Murga, Roberto Michelsen Engell y Adrián Ramírez Siller / Fundación Alumnos 47, Pabellón Kkiioosskko. 2018. Fotografía de Arturo Arrieta. Cortesía de Archdaily.

Realicé un segundo recorrido a la casa, esta vez acompañado por una de las organizadoras quien, contundentemente, me sacó de mi inopia primera. Me dio a entender para qué el mapa: una guía a las diferentes intervenciones que habitan el espacio de la casa. La curaduría fue realizada por Eva Posas —cabeza de la rama editorial de Alumnos 47— y su equipo. El concepto rector, aunado a publicar publicaciones, parece ser develar lo oculto a plena vista, generar un espacio cargado de símbolos dispuestos a ser leídos: así como se lee un libro, la profundidad queda implícita en lo dicho entre líneas. Entonces recorrimos las obras —de afuera hacia adentro: en la reja, el rótulo que mencioné, corresponde a una obra de Carmen Huízar, que reflexiona con respecto a las políticas publicas (al interior de la casa, también, se exhibe un libro, de entre una selección de publicaciones que Alumnos 47 llevó a I never read, Art Book Fair, en Basel, de la artista, titulado No haga caso de malos mexicanos, el cual compila una selección de capturas de pantalla, de las secciones de comentarios del Facebook de Enrique Peña Nieto). Continuando el recorrido, aparece el tapete (que comenté más arriba), obra de Rodrigo Hernández: me informan que debería de estar mojado para que así, al entrar, las personas impriman, publiquen, las huellas de su tránsito, aunque sea de manera efímera. Sobe el techo de la casa ondean dos banderolas, obra de Luiso Ponce, que leen «El futuro no se ve», extraídas de su libro (también seleccionado para ir a Basel y dispuesto para consulta al interior de la casa) Futuro Incierto; la obra de Ponce invade dos estancias más del interior, con imágenes que remiten a las prácticas de impresión mecánica —al verlas uno recuerda, por ejemplo, la distorsión que sufre una imagen al ser copiada, y fotocopiada en repetidas ocasiones, hasta desvanecerse en máculas monocromáticas de tóner—, y que guardan, a la par, cierto parecido con la imagen digital de ocho bits. A lo largo de todo el interior de la casa, como una manera de dibujo, la artista Manuela García dispuso un hilo de alambre (levemente electrificado) que —me informan— si uno se descalzara y lo tocara, sentiría un pulso: el latido orgánico de la casa, develando, haciendo pública, la vida propia del espacio. Dialogando al interior de la casa, también se encuentran obras de Alan Sierra, Ana Navas y Paloma Contreras, esa última, toma el espacio de la biblioteca para generar, en una acción performática, un noticiero —cargado de contenido que alude, de manera cínica, al ambiente sociopolítico actual—, de nuevo, otra forma de publicar.

Publicación editorial. Pabellón Kiosko.

Página de Futuro incierto de Luiso Ponce, 2017. Cortesía del artista.

Finalmente, llegamos a la intervención en el jardín: el proyecto fue seleccionado de entre 49 propuestas recibidas a nivel nacional (y una internacional) así, el jurado compuesto por Chus Martínez, Daniel Garza Usabiaga, Tiago Pinto de Calvalho y Fermín Espinosa, seleccionaron la propuesta de Pedro Ceñal Murga, Roberto Michelsen Engell y Adrián Ramírez Siller, titulada Kkiioosskko: un punto medio entre el pabellón arquitectónico (con toda la semántica contemporánea añadida) y el quiosco de periódicos, espacio donde las publicaciones se publican, es decir, donde llegan al público.

Intervención en un jardín con personas. Pabellón Kiosko.

Pedro Ceñal Murga, Roberto Michelsen Engell y Adrián Ramírez Siller / Fundación Alumnos 47, Pabellón Kkiioosskko. 2018. Fotografía de Arturo Arrieta. Cortesía de Archdaily.

El pabellón funge como espacio donde se llevarán a cabo eventos de naturaleza diversa —jugando con el acervo bibliográfico y musical de Alumnos 47— e incentivando a presentar nuevas propuestas de publicaciones de arte/sobre arte.

Kkiioosskko estará presente en Alumnos 47 hasta el 30 de junio y, posteriormente, será donado al museo de arte contemporáneo de Ecatepec. Consulta su cartelera para estar al tanto de todas las actividades que se generarán en torno al espacio.

Javier Villaseñor V.

Es licenciado en Arte por la UCSJ. Se ha desempeñado como escritor y curador en el estudio de un escultor y como artista digital de manera independiente. Es fiel seguidor de David Foster Wallace y lector amante de Virginia Woolf. Cree en las letras como un medio de redención. Instagram / Twitter: @filantropofago

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Mapa. Pabellón Kiosko, Alumnos 47, 2018.